La falta de balance es lo que distingue el debate de los últimos días en torno al “modelo”. A diez años de iniciada la gestión y cuando lo que se intenta sostener es el esquema exactamente opuesto al “dólar recontra alto” que pregonaba la política en el arranque, el debate se pierde entre dos antagonismos: década ganada vs. década perdida. En nuestra opinión, el punto de partida no debería ser ni lo uno ni lo otro, sino un análisis desapasionado que, en principio, requiere contestar al menos tres preguntas: ¿cuánto mejor estamos que al inicio de la gestión?, ¿cuál es la capacidad para sostener estos niveles? Y, finalmente, ¿maximizó la política las posibilidades que brindó un mundo inéditamente bondadoso en términos de precios de nuestras exportaciones y tasas de interés?
En relación a la primer pregunta, a pesar de los rendimientos decrecientes que muestra el modelo una vez que se agotaron los dólares que permitieron financiar semejante expansión del consumo, el contraste tanto contra el piso de la crisis como contra la dinámica de décadas previas resulta muy exitoso: la actividad se ubica 75% por encima de los niveles de arranque consistente con un nivel de importaciones que duplica al de 1998, el mejor año de la Convertibilidad, y el desempleo cayó de 23% de la población económicamente activa a 7,9% en el mismo lapso. A contramano la inflación se mantiene en niveles altos en comparación con un mundo donde el problema no es la inflación, y si bien el salario vino creciendo a un ritmo mayor, recuperando capacidad de compra hasta 2011, desde 2012 esta situación se agotó, y es la propia política la que intenta utilizar al salario como ancla en una coyuntura donde el dólar y las tarifas (las dos anclas hasta el momento) no funcionan más. Dicho de otro modo, el modelo ya no genera empleo y el salario real no crece.
Y acá engancha la segunda pregunta respecto a la capacidad para sostener estos niveles dada la presión cambiaria que hoy enfrenta la política. Política que luego del rotundo triunfo en las elecciones de 2011 decidió hacer frente a la creciente fuga de capitales introduciendo controles cambiarios que fueron cerrándose cada vez más. Y aún cuando el goteo de Reservas que los sucedió no alcanza para forzar en lo inmediato un cambio en la estrategia del BCRA presionado por el mercado (el ajuste clásico que generaba la restricción externa “stop” vía la licuación de salarios y gasto público), si condena al país a un crecimiento mediocre en los próximos años. Y complica el financiamiento de la infraestructura y las inversiones en energía que requiere la Argentina para dar el salto de productividad que le permita aspirar a tasas de crecimiento que permitan achicar la brecha con las economías avanzadas.
Finalmente, en relación al tercer interrogante, la Argentina dejó pasar una oportunidad histórica para construir una moneda nacional que, además de medio de cambio o unidad de cuenta, funcione como reserva de valor. Sin llegar a la sobre reacción de Brasil, que forzó exactamente al revés que la Argentina su política monetaria generando una enorme transferencia de ingresos al sistema financiero en detrimento de las familias y la industria, las posibilidades que brindaba un mundo de dólar débil combinado con la ilusión monetaria que se heredó de la estabilidad de precios durante los 90´s, hubiera evitado muchos de los costos que la economía empieza a pagar en los últimos años vía el uso creciente de cajas. La contracara de este proceso ha sido el desendeudamiento con el mercado alcanzado en los últimos años producto, desde 2008 en adelante, del uso creciente de estas cajas –la ANSES y el BCRA entre las principales- que dejó a la Argentina con un ratio de Deuda a PIB que flota en el mercado de sólo 12,5% (8% cuando se consideran únicamente la emitida en moneda extranjera). Más allá de lo discutible de los modos, no es poco para una economía que estuvo condicionada por la deuda en los últimos 30 años.
En definitiva, los resultados ampliamente exitosos que surgen del análisis global de los últimos diez años se diluyen a medida que la apreciación cambiaria forzada por una política que priorizó sistemáticamente el corto plazo aceleró la erosión de los pilares del “modelo”. Está en la Política reparar en esto para evitar que la “década ganada” condicione al país a una próxima década perdida.
Directora y Economista de Estudio Bein & Asociados.
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