Bancos Centrales agazapados

Desconectados de una economía real que muestra señales mixtas sobre el ciclo económico en USA, y distorsionados por las intervenciones de los bancos centrales (y las expectativas de futuras intervenciones), los mercados de activos continúan priceando una nueva ronda de estímulos monetarios. Sin embargo, creemos que un QE3llevado adelante por la Fed resulta poco probable en el corto plazo, dado el convencimiento de que nuevas inyecciones monetarias, en un contexto de hiperliquidez record, poco podrán hacer para estimular la creación de empleo y valor agregado en los EE.UU. De hecho, los bancos estadounidenses continúan incrementando la intermediación financiera, no presentan restricciones de liquidez y tienen acceso a tasas de interés en mínimos históricos. Adicionalmente, una mayor inyección de dólares a la economía incrementaría los precios de commodities como alimentos, metales y petróleo, reduciendo el ingreso disponible de los hogares americanos y debilitando la tracción de la demanda.

No obstante, la opción nominal sigue vigente para evitar un colapso financiero, y en caso de necesidad no hay duda que la Fed va a disparar el misil monetario (aun con el costo reputacional que implicaría hacerlo en época preelectoral), aunque con un S&P500 que el lunes quebró sus máximos de 2012 y con la tasa a 10 años de EE.UU. de nuevo en niveles de 1,7%, tras perforar 1,4% el mes pasado, dicho escenario todavía resulta lejano en el tiempo. De todas maneras, y sin noticias relevantes con las cuales guiarse, estos niveles del mercado accionario americano ya están incorporando parcialmente la expectativa de una nueva ronda de relajamiento monetario, con lo que resulta imperioso para la Fed mantener en el tiempo la retórica dovish (política monetaria blanda).

Paradójicamente, una retórica más dura de Bernanke gatillaría una corrección brusca en los mercados, obligando en última instancia a hacer uso de la opción monetaria para evitar un desplome nominal de los mercados. En este sentido, creemos que la intención de la autoridad monetaria es dilatar en el tiempo las nuevas medidas, y mantener a los mercados a la expectativa durante el mayor tiempo posible evitando la utilización de la bala de plata (considerando que un fracaso de la misma en estabilizar los mercados podría derivar en un escenario de imprevisibles consecuencias para la economía mundial).

En Europa, por el contrario, la necesidad de una intervención del Banco Central Europeo para disipar dudas sobre la solvencia en la periferia, y moderar la intensidad del ajuste nominal impuesto por Alemania a los PIIGS, resulta clara. La sola mención de Mario Draghi en relación a una posible acción decisiva para estabilizar el mercado de bonos europeo (algo novedoso para un BCE que se caracterizaba por ir siempre detrás de los acontecimientos) permitió enfriar los rendimientos de los títulos de los países en problemas. La tasa a 10 años de Italia se ubica en 5,8% (desde 6,6% a fines de julio), mientras que la de España, que estuvo al borde la quiebra al dispararse los rendimientos a 7,6%, se sitúa actualmente por debajo de 6,5%.

Sin noticias de peso, la trayectoria de los mercados en las próximas semanas dependerá del delicado juego de ajedrez y de la credibilidad de Bernanke y Draghi, y, sobre todo, de la capacidad de negociación de la política europea para enviar señales contundentes de una vez por todas.

*Analista de Estudio Bein & Asociados.