Una vez más las particularidades de la economía Argentina contrastan contra el manual que no puede explicar la convivencia de una corrida contra el BCRA con un boom en los precios de los activos y una caída en la brecha cambiaria.
El repentino giro del Gobierno al crédito para amortiguar la escasez de divisas que enfrenta la economía -acuerdo para cancelar con bonos las deudas en el CIADI, la negociación con Repsol para compensarla, también con bonos, por la estatización de un año atrás, el rediseño de las estadísticas de precios y actividad con el aval del FMI como paso previo a un posible artículo IV que habilite una renegociación en cuotas con el Club de París y la creación de una unidad de reestructuración de deuda con la misión de cerrar el litigio judicial con los holdouts en Nueva York-, generó un salto en las cotizaciones de los activos financieros locales que convive con un banco central que en las últimas semanas se ve obligado a vender US$100/150 millones diarios, nivel similar al que tuvo que entregar en octubre de 2011 cuando todavía no había cepo cambiario
Si bien esta euforia por los activos locales ya había arrancado luego de conocidos los resultados de las elecciones primarias que incorporaban un cambio político en 2016, la dinámica se aceleró esta semana por la anticipación del escenario de apertura al crédito, implícito tras el preacuerdo con Repsol. El Boden 2015 se acerca a un rendimiento de 8,5%, el menor nivel desde marzo de 2012, mientras el índice Merval acumula una suba de casi 90% en dólares de contado con liquidación desde principios de julio y acciones como YPF o Edenor exhiben subas de 45% y 75% en lo que va de noviembre. Situación que con la ayuda de la intervención del BCRA en la venta de bonos contra pesos ayudaron a reducir el dólar de contado con liquidación a la zona de $8,7 al cierre de esta nota.
La inconsistencia implícita entre una devaluación que corre a un ritmo de 50% anualizado con una tasa de interés al 20% acelera la corrida contra un BCRA que se ve obligado a entregar los dólares para financiar la creciente demanda de importaciones (ya autorizada) mientras se retiene la oferta. De momento, la política no parece dispuesta a corregir la inconsistencia entre política monetaria y cambiaria y sólo avanzó en medidas de corto plazo para moderar el drenaje de reservas, como el impuesto a la compra de vehículos de alta gama (cuyo impacto en el déficit comercial del sector automotor es marginal) o el intento frustrado de acelerar la oferta cerrando el crédito en moneda local a grandes exportadoras. Y si bien el flamante gabinete aseguró que no va a haber medidas grandilocuentes que afecten la vida de los argentinos, y pareciera haberse descartado la idea del desdoblamiento cambiario, es factible esperar medidas que avancen en restringir la demanda en los próximos días.
En cualquier caso, la intención parece ser acelerar el ritmo de devaluación en el margen para intentar ganar algo de adelanto cambiario aunque sin un correlato en la tasa de interés, lo que lleva implícito el riesgo de continuar restando reservas al BCRA a un ritmo que no resulta sostenible en el mediano plazo, más allá de que la política logré avances en la agenda del crédito y los precios de los activos locales reflejen una situación muy distinta. A medida que los costos de la inconsistencia sigan profundizándose, seguramente veremos nuevas definiciones de política que vayan más allá de la agenda para dar competitividad e impulsar las exportaciones.
*Directora y Economista de Estudio Bein & Asociados.
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