Visto desde Argentina parece broma, pero la aceleración de la inflación en el margen en Brasil, al 6,2% anual en enero frente a una meta del 4,5% explicitada por el Banco Central, complica la estrategia de salida que venía planteando la política. Estrategia que intenta reflotar una macroeconomía que se estancó a mediados de 2011 y que a pesar de la devaluación del Real registrada en 2012 (desde 1,56 reales por dólar a 2,08) y del uso intensivo de la política fiscal, sigue enfrentando serios problemas de competitividad y de sobreendeudamiento de las familias. Esto último no tanto por el monto de la deuda de los hogares (30% del PIB) sino por las enormes tasas de interés que cobran los bancos que derivan en servicios financieros anuales equivalentes al 80% de la deuda.
En efecto, si bien la economía creció algo más en el margen, 2,2% anualizado en el último trimestre frente a un PIB que creció sólo 0,9% en 2012, estos registros distan de las proyecciones iniciales que daban cuenta de un 2013 creciendo al 4,5% y también de las últimas proyecciones que redujeron el ritmo estimado al 3%. De algún modo la baja en la tasa de interés de la política monetaria (de 12,5% a fines de 2011 al 7,25% actual), no alcanzó para revertir la parte baja del ciclo económico y ahora, las dudas sobre su continuidad frente al escenario de inflación en alza (en parte inducido por la propia devaluación del Real) empiezan a jugar de nuevo al revés. Los mercados financieros ya descuentan que el ciclo de baja en la tasa llegó a su fin, y alguna suba en los próximos meses, situación que se refleja en la renovada apreciación (fortalecimiento) de la moneda brasileña que en los últimos meses volvió a ubicarse en torno a 1,95 reales por dólar en un mundo donde la enorme inyección de liquidez de los bancos centrales del mundo desarrollado aceleró los tiempos. Frente a esta doble coyuntura de suba de precios y recuperación económica que no alcanza, la disyuntiva del Banco Central está dada por intentar morigerar la suba de la inflación vía un aumento de la tasa de interés de referencia que desincentive el gasto de consumo e inversión, arriesgando la recuperación económica en curso, o convalidar una tasa de inflación algo más alta. Por ahora, la estrategia de la autoridad monetaria consiste en esperar un mayor flujo de información en torno al pulso del ciclo económico y la dinámica de los precios, antes de avanzar con un cambio en el sesgo de la política monetaria. A diferencia del Gobierno de Lula, que para ganar reputación y estabilizar la demanda de Reales sobre reaccionó pagando altísimos costos en términos de pérdida de competitividad vía un modelo de tasas de interés bien altas (al doble que la inflación) y tipo de cambio atrasado, el gobierno de Dilma Rousseff se caracterizó por hacer hincapié en las ganancias de competitividad de la industria vía una moneda brasileña menos apreciada y tasas de interés menos positivas. Veremos cómo sigue y si en los próximos meses consigue avanzar hacia un modelo más moderado que el vigente en los últimos años, y si a su vez logra profundizar el intento de reducir los Spreads del sistema financiero para maximizar los canales de transmisión de la política monetaria. *Directora y Economista de Estudio Bein & Asociados. |