Luego de la devaluación de la moneda brasileña y la suba de la tasa de interés de referencia, el Banco Central de Brasil logró estabilizar la salida de capitales. De todas formas, el escenario de menor dinamismo del crédito al sector privado resultante en una economía donde además la aceleración inflacionaria erosionó el poder adquisitivo de los salarios, no vislumbra un panorama favorable para la recuperación de la actividad económica. Desde el lado financiero, el aumento de 375 puntos básicos en la tasa de interés de referencia del Banco Central de Brasil (hoy en 11%) en conjunto con la sobre reacción del tipo de cambio –con una moneda brasileña que pasó de 2 Reales por Dólar a 2,40, para luego volver a niveles de 2,23- permitieron estabilizar la salida de capitales (es decir la caída de las reservas del Banco Central) generada por la expectativa del retiro de los estímulos monetarios de la Reserva Federal de USA. Frente a este contexto, los capitales de corto plazo volvieron a ingresar en busca de rendimiento en un mundo de tasa ceroen sintonía con una moneda brasileña que se fortaleció en los últimos meses. Ahora bien, desde el lado de la actividad económica, las señales siguen siendo poco auspiciosas. Por un lado, frente al contexto de menor liquidez interbancaria, los bancos trasladaron el aumento del costo de fondeo a las tasas de interés activas que financian el consumo y la inversión privada en pos de mantener la rentabilidad financiera. Evidentemente, la variable de ajuste terminó siendo el stock de crédito bancario, variable que pasó de subir al 16% anual hacia mediados de 2012 al 6% actual, en una economía donde el impacto de la suba de la tasa de interés no es menor frente a una carga financiera de las familias, que representan nada menos que el 20% del ingreso disponible, a pesar de los bajos niveles de deuda. Por otro lado, la aceleración de la inflación de los últimos meses a partir del traslado a precios de la devaluación, fundamentalmente en transables (importados o con competencia externa) y la suba del costo de la energía luego de la sequía, deteriora el poder adquisitivo de los salarios en una economía donde el crédito y los niveles de actividad se mantienen estacados. La inflación general se ubica en 6,3% anual, por arriba de la meta del Banco Central de 4,5%, pero con una inflación de alimentos que se ubica en 7,4% anual y una inflación de servicios regulados que saltó de 1% anual en noviembre de 2013 a 3,4% anual en los últimos tres meses. Frente a este contexto, el consenso sigue recortando las proyecciones de crecimiento económico para este año (1,4%) y el año que viene (1,8%) en un contexto donde el apoyo político de la presidenta Dilma Rousseff se ha venido deteriorando en los últimos meses. Evidentemente, el panorama de la economía brasileña no luce optimista más allá del “veranito del Mundial”. En algún punto, el modelo necesita encontrar un equilibrio de tasa de interés que permita canalizar el financiamiento del ahorro externo hacia la inversión en maquinarias y equipos y en obras de infraestructura en pos de retomar un sendero de crecimiento sostenido del PIB per capita en dólares. Pero que al mismo tiempo no termine ahogando la rentabilidad del sector privado y la solvencia fiscal como ha sucedido en los últimos años, donde el modelo de altísimas tasas de interés en términos reales (es decir, descontada la inflación) y moneda apreciada impactaron sobre la performance de la industria.