La propuesta de dolarización de Javier Milei omite los problemas de una medida de ese tipo. En la Argentina hubo coexistencia en varios momentos y de hecho la hay en estos momentos
Por Marina Dal Poggetto y Ariel Abelar
Javier Milei ya no habla de dolarización, sino de competencia de monedas. Tanto es así, que Emilio Ocampo, el autor del libro “Dolarización, una solución para Argentina” y futuro presidente del BCRA si Milei llega a la Presidencia, afirmó “La reforma monetaria que propone Javier Milei se basa en la libertad. Seguir aferrados a la idea de que el Estado debe tener el monopolio de la moneda es un absurdo”. “Proponemos la libertad de elegir la moneda que cada uno quiera usar. El peso lo va a ir eliminando la gente, no el gobierno”.
Es interesante, porque atrás pareciera haber quedado la idea original plasmada en el libro citado de conseguir dólares a través de la creación de un fideicomiso colateralizado con bonos y acciones en manos del Estado a precios de remate, para canjear los pesos por dólares sin una previa hiperinflación que los licue, como la que propone ahora.
Ni una palabra sobre la relación entre el sector público y el privado, léase en qué moneda se pagan impuestos y en qué moneda los gastos del Estado que no van a la Casta. Ni una palabra sobre los contratos prevalecientes, incluyendo que hace con la deuda soberana indexada.
La teoría económica viene discutiendo hace dos siglos lo que la humanidad discute hace por lo menos dos milenios: la competencia de monedas. Así, William S. Jevons sostiene en un apartado con el sugestivo título “de la depreciación de la moneda” que “La ley general que regula este asunto es muy simple, pero ha sido a menudo mal comprendida. La Ley de Gresham sostiene que cuando dos clases de moneda legalmente equivalentes son puestas en circulación juntas, la peor expulsa a la mejor”. Vale decir, la mala circula, porque la buena se atesora.
Jevons también sostiene que “cuando no hay tal equivalencia legal, sino que cada clase de moneda se valora por su propio peso y finura, entonces es la mejor moneda la que permanece en circulación, y la peor es rechazada“ Es decir, la ley de Gresahm solo es válida mientras exista “interferencia del Estado”.
Friedrich von Hayek retomando esta última idea y recordando los acontecimientos de la hiperinflación alemana, sostiene en el capítulo 6 de la desnacionalización del dinero que “La ley de Gresham, según la cual la moneda mala expulsa a la buena, sólo es válida cuando se trata de monedas que tienen el mismo valor nominal por decreto legal. Pero si no hay tal decreto, y las monedas compiten libremente entre sí, se producirá el efecto contrario: la moneda buena expulsará a la mala.”
Es esto último en lo que se basa Milei para decir que, dada la historia “de robo del BCRA”, si se rompe el curso forzoso del peso o al menos se equipara con la circulación de otra(s) moneda(s), la competencia de monedas nos llevará a la dolarización.
Pero la discusión técnica no terminó allí, Julio Olivera, en un brillante artículo titulado “la confusión sobre la ley de Gresham”, muestra que respetando los supuestos usuales de preferencias de la teoría microeconómica, que no invalidan las preferencias de la escuela austriaca, la libre elección entre monedas puede ser indeterminada en contexto de tipos de cambio variable en función de los prevalecientes (conforme a los movimientos de oferta y demanda). En otras palabras, no está garantizada la solución de esquina de que la moneda buena vaya a desplazar a la mala, o que la dolarización sea el final de este camino. Podrían Coexistir dos o más monedas, con precios, salarios, tasas de interés, etc.
De hecho,es lo que ha sucedido en Argentina en los últimos dos siglos: coexistencia de la moneda doméstica con la española, con la británica, con la de oro y desde hace ya mucho tiempo con la norteamericana. Incluso durante la Convertibilidad, aparecieron las cuasimonedas como mecanismo de las provincias para financiar los desequilibrios fiscales y si bien estas cotizaban con quita, no valían cero. O en un ejemplo más cercano, hoy en Venezuela, la circulación de los dólares de facto (habilitada para limitar el desplome en la actividad coordinado cuando se cortó de prepo la emisión de bolívares producto de un apagón generalizado) permitió bajar la inflación medida en dólaresy sostener el nivel de actividad con una economía cada vez más dual entre los ingresos de quienes trabajan en el Estado cobrando en bolivares y los que trabajan en el sector privado cobrando en dólares.
Al respecto es imprescindible, leer la historia monetaria de Argentina que describe el joven Raúl Prebisch en sus “Anotaciones sobre nuestro medio circulante”. Es que durante el siglo XIX Argentina ya se embarcó en varias aventuras de este estilo que no tuvieron final feliz. De hecho, la creación del BCRA en 1935 se hizo porque los experimentos previos de emisión de moneda fiduciaria de bancos privados, terminaba inevitablemente en crisis bancarias recurrentes producto de la expansión sin respaldo de sus hojas de balance.
Desde el punto de vista empírico, no es cierto que aquellos países que tuvieron fuerte caída de reservas y/o pasaron por periodos de alta inflación e incluso hiperinflación no puedan reconstruir monedas. El mismo EE.UU. perdió el 40% sus reservas de oro entre 1960 y 1972, se vio forzado a dictar la desconvertibilidad y entrar en un periodo de estanflación y devaluación del dólar que duró casi una década.
La pericia de Paul Volcker con un rígido programa de agregados monetarios (con tasa de interés endógena) que una vez lograda la confianza mutó al manejo de una tasa de objetivo, en paralelo con un programa económico consistente, es lo que reestableció al dólar como moneda de reserva. Alemania atravesó dos guerras en un siglo y una de las hiperinflaciones más severas entre 1921 y 1923, siendo la tasa promedio de inflación mensual de 323% y aun así logró construir un Banco Central que terminó siendo el sostén del Euro.
La lectura de que la Convertibilidad falló en Argentina porque somos adictos en no respetar la ley, muestra un negacionismo mayúsculo al no tener en cuenta el brutal ajuste nominal que intentó hacer el país, sobre todo después de la devaluación de Brasil a principios de 1999 en un mundo de tasas de interés muy altas. Sin prestamista de última instancia, el ajuste nominal de un esquema rígido (cuando los vecinos devaluaron) colapsó cuando se fueron del sistema financiero (argen-dolarizado) más del 20% de los depósitos y el propio autor de la Convertibilidad terminó poniendo 10 años después de su implementación un corralito para evitar una quiebra del sistema financiero.
De hecho, los países como Perú que optaron por un régimen de agregados monetarios para salir de la hiper a principios de los 90s,transitaron el tsunami global de la segunda mitad de los 90s, sin crisis sistémica y sin cambio de régimen y, hoy ostentan una de las tasas de inflación más bajas de la región, aún con un esquema político en descomposición.
Argentina, antes que deconstruir o reconstruir el régimen monetario, debería plantearse en aggiornar la productividad de su sistema económico contemplando las necesidades de inserción externa a través de exportaciones sin destruir por demás el aparato productivo y el nivel de empleo como en los experimentos monetarios anteriores.
La popularidad de las propuestas de coexistencia de monedas, que es lo que existe desde siempre, desnuda la desesperanza en la reconciliación de ambos sectores después del último fracaso (el que hoy genera empleo y el que hoy genera divisas). La dolarización del ahorro y la pesificación del salario no es novedad, aunque esta coexiste con una economía cada vez más dual que va a terminar de perpetuarse, hiperinflación y ruptura de contratos mediante, si se avanza en el experimento planteado.
Un programa de estabilización es condición necesaria para empezar a encarrilar el balance del BCRA, corregir la distorsión de precios relativos, la brecha cambiaria y establecer un ancla creíble que corte la inercia y reduzca la inflación sin sobreraccionar con la tasa de interés de pesos a fin de licuar parte del déficit cuasifiscal sin “reventar” el capital de trabajo de las empresas.
Para esto la consolidación fiscal que corte el financiamiento monetario al fisco y permita establecer una tasa de interés en dólares que asegure el rollover de los vencimientos que arrancan en 2025, es fundamental.
No le pidamos al régimen monetario que nos resuelva los problemas, apelando a la libertad mientras rompemos, una vez más, todos los contratos.