Uno de los puntos centrales para mejorar la competitividad es expandir el crédito. Algunas experiencias internacionales, como la de Brasil, muestran que esto genera un ambiente competitivo. Allí compensan un tipo de cambio real más bien bajo con una amplia disponibilidad de crédito a largo plazo para la inversión.
Esta cuestión no es menor. Permite compensar un margen unitario chico con un volumen mayor de operaciones y así se expande la rentabilidad del capital propio con una estructura de mayor leverage o apalancamiento.
Hoy, después de varios años en los que el tipo de cambio real en la Argentina fue cediendo a partir de las subas salariales, estamos con un dólar todavía adecuado, pero al que no le sobra más del 25%.
A esto hay que sumar todo lo que forma parte del debate institucional: el cumplimiento de contratos y el respeto de las reglas de juego; todo lo que en Suecia, Noruega y Finlandia se encuentra por encima del debate exclusivamente cambiario o de crédito.
Sin embargo, en el caso argentino, la cuestión institucional es paradójica. Hay análisis que confunden la cuestión poniendo el carro adelante de los caballos al no reconocer que la falta de estabilidad institucional ha sido hija de la inestabilidad macroeconómica y, por lo tanto, es endógena a ella y no al revés. El incumplimiento de contratos está fuertemente asociado a los cambios bruscos de precios relativos generados por las sucesivas crisis financieras que el país sufre desde hace 35 años.
* Economista y Director del Estudio Bein & Asociados.