La brecha actual (32% en el mercado marginal, 45% en el de contado con liquidación) no refleja el equilibrio cambiario, sí en todo caso la mala praxis de la política en referencia a como se administra la escasez después de un período de enorme abundancia. Praxis que generó, entre otras cosas, una salida de depósitos en dólares equivalente al 40% del stock original y una suba significativa en la tasa de interés de los préstamos para exportadores. Mirando hacia adelante, el deslizamiento algo más rápido del dólar oficial en las últimas semanas junto a una menor proactividad en el anuncio de nuevas medidas cambiarias, la reapertura de algunos grifos cuyos cierres habían generado complicaciones graves a la microeconomía de algunas empresas (plazos de liquidación y autorizaciones de importación) y una tasa de interés en el margen algo mayor, permiten proyectar una moderación de la histeria cambiaria. De hecho, la devaluación implícita en los futuros del dólar transados en Nueva York, que para los plazos cortos se habían espiralizado en medio de los rumores de desdoblamiento cambiario y proyectos pro pesificación anunciados por distintos interlocutores del Gobierno, se desplomaron en las últimas semanas con una curva que volvió a tener pendiente positiva. Nuestra proyección de dólar oficial a fin de año se ubica en torno a $/US$4,93, consistente con un aumento de 15% y un achicamiento de las tasas implícitas en la brecha, aunque no necesariamente en sus niveles. La soja en US$570 –gracias a la sequía en USA- y proyecciones de la próxima cosecha en torno a 110 millones de toneladas; 20% arriba de la de este año, apuntalan este escenario. * Economista y Directora de Estudio Bein & Asociados |