El equilibrio es delgado y el programa no está exento de riesgos, frente a un mundo incierto y con la sociedad “aguantando” la recesión mientras nos adentramos en el año electoral.
Tres semanas después del anuncio del paquete negociado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para aumentar el monto del acuerdo a 57 mil millones de dólares y acelerar los desembolsos que aseguraran la capacidad de repago de los vencimientos de deuda, encontramos lo siguiente:
Dólar. Una caída de 12 por ciento en el valor del mayorista, que pasó de 41 a 36,5 pesos.
Leliq. La tasa de interés de las Letras de Liquidez (instrumento al que sólo acceden los bancos) pasó de 60 al 73 por ciento (105 por ciento anualizado).
Plazos fijos. La tasa subió 11 puntos porcentuales hasta 51 por ciento (Badlar para montos mayores al millón de pesos), pero alcanza a 60 o 65 por ciento para las grandes empresas y fondos.
Depósitos. Tuvieron un aumento en plazo fijo de 20 por ciento en el último mes (210 mil millones de pesos), explicado en parte por el desarme de Lebac que fue a los bancos.
Actividad. Agudización de la recesión con caídas en las ventas que se acercan a los dos dígitos, mucho mayor en la comercialización de bienes durables.
Precios. Tasa de inflación que, como consecuencia del salto de fines de agosto (de 30 a 40 pesos el dólar), se aceleró en septiembre, con una suba de 6,5 por ciento en los precios minoristas (bienes y servicios, incluyendo los márgenes de comercialización) y de 16 por ciento en los mayoristas (precios de bienes a la salida de fábrica).
En octubre se mantendría muy alta, ya que, si bien se modera la presión del dólar, se suma una serie de aumentos en sectores regulados (naftas, transporte, prepagas, gas, peajes), lo que llevaría la inflación interanual a 44 por ciento.
Ver para creer
El acuerdo con el FMI alejó el fantasma del default y de una espiral dólar-precios-salarios que empezaba a tomar lugar frente al salto no controlado de la divisa estadounidense. Pero todavía quedan varios estadios por delante para asegurar que la fiebre bajó en forma definitiva.
En lo inmediato está la viabilidad para empezar a enfriar la tasa de interés hacia fin de año, una vez finalizado el desarme de Lebac y frente al uso de pesos del fisco.
Es que, si bien la restricción crediticia que generan estas tasas obliga a familias y a empresas a vender dólares para financiar su brecha de pesos y cancelar deudas con los bancos, lo cierto es que esto parte del supuesto de que los argentinos tienen más dólares que pesos.
Si bien esta última afirmación es correcta, también es cierto que dentro del promedio se esconden diferencias (no todos tienen dólares).
Además, no es evidente la decisión de desarmar ahorros dolarizados por fuera del sistema financiero para sostener la operatoria en un contexto en el que la norma es la pérdida del valor patrimonial como contracara de la devaluación.
Si se sostienen estas tasas de interés, la morosidad de los bancos va a aumentar (los que permanecen son los “créditos malos” más difíciles de cobrar), y esto deteriora la cartera que en forma transitoria viene siendo compensada por el devengamiento de la tasa de las Leliq en un momento en el que aumentan los depósitos. A la vez, el encarecimiento del crédito hace crujir la cadena de pagos y profundiza la recesión.
La restricción monetaria, que tiene como objetivo contener el riesgo de espiralización de la inflación, agudiza la recesión con paritarias que no arrancan.
La certeza del prestamista de última instancia que asegura la capacidad de pago de la deuda, sumada a un ajuste de shock impensado hace pocos meses, deberían ayudar a destrabar la vuelta a los mercados, condición necesaria para bajar la tasa de interés. Pero hay dos riesgos que deben ser tenidos en cuenta:
La política en un año electoral. No sólo la incertidumbre que genera una elección presidencial, que de momento aparece con candidatos y final abiertos, sino también la propia reacción defensiva de la política con una coalición que tolere los costos del ajuste.
El escenario de liquidez a países emergentes. El esquema cierra si se reactiva el ingreso de capitales a la Argentina en un contexto en el que el alto tipo de cambio de partida da margen para moderar la restricción de liquidez local.
En los meses que siguen, el Gobierno se enfrentará a cuatro tests que podrían dificultar el cumplimiento del programa monetario y fiscal:
1) La tolerancia de la economía, los bancos, la recaudación y la política a las altas tasas de interés.
2) El debate por el Presupuesto 2019 en el Congreso, mientras la oposición aumenta gastos y también impuestos que dañan el caudal político del Gobierno, y la contraparte de la coalición aumenta los subsidios.
3) La reapertura de paritarias y el paro de la CGT en noviembre.
4) La conflictividad social que caracteriza a diciembre.
El equilibrio es delgado y el programa no está exento de riesgos, frente a un mundo incierto y con la sociedad “aguantando” la recesión mientras nos adentramos en el año electoral.