El desafío de la nueva administración

Obama llega a la presidencia de los EE.UU. en medio de lo que a esta altura, ya no hay dudas, es la peor crisis financiera luego de la Gran Depresión. Si bien el riesgo sistémico que se gatilló a partir de julio de 2007, cuando se inició la caída de los precios de las viviendas y que se profundizó cuando en septiembre de 2008 el Tesoro y la Fed dejaron caer a Lehman Brothers en medio de un intento por balancear entre riesgo sistémico y riesgo moral, se moderó a partir de la novedosa metodología implementada en el salvataje al Citibank a mediados de diciembre con avales y no con plata “fresca” eliminando así la restricción presupuestaria. Lo que estamos viendo ahora son los coletazos sobre el nivel de actividad derivados de haberle sacado el crédito a una economía acostumbrada a vivir a crédito. La consecuencia directa de la restricción crediticia fue el incremento de la tasa de ahorro de los hogares norteamericanos: mientras el promedio del 2007 arroja una tasa del 0.6% del ingreso disponible, en octubre del 2008 dicho ratio escaló a 2.4%.Estos factores sumados al credit crunch y a la destrucción de empleo implican un impacto directo sobre el consumo norteamericano, máxime teniendo en cuenta que la temida deflación (-0.7% el IPC headline de diciembre) incrementa las deudas en términos reales del hiperapalancado sector privado (familias y empresas financieras).Algunos indicadores que muestran la profundidad de la recesión. Las ventas de navidad en EE.UU: cayeron 9,8% interanual y la tasa de desempleo escaló a 7,2%. Sólo en diciembre la economía destruyó 524 mil puestos de trabajo en tanto acumuló en todo 2008 una caída de 2,6 millones de puestos de trabajo. La debacle del gasto privado norteamericano tiene efectos en la evolución de las cuentas externas: en noviembre, último dato disponible, el déficit comercial se contrajo un 32.5% con relación al mismo mes del 2007 y en términos anualizados implica un déficit comercial de 3,4% del PIB, 1,5 p.p. menos que el registrado un año atrás. Esta dinámica se explica por importaciones cayendo a una velocidad que duplica a la caída de las exportaciones impulsadas fundamentalmente por la reducción en los precios del petróleo (mientras las importaciones de petróleo registraron una merma del 39.9%, el resto de las importaciones de bienes cayó un 11%). A contramano de este ajuste, y luego de la media aprobación por parte del Congreso Americano del paquete fiscal por US$825 mil millones en dos años, se anunció que el déficit fiscal de 2008 escaló a los US$816 mil millones (acumulado 12 meses). En este sentido, la crisis internacional supone un cambio sustancial en la dinámica de los déficits gemelos de EE.UU.: mientras que la imperiosa necesidad de política fiscal contracíclica promete elevar el déficit fiscal a niveles record (8.3% PBI en el 2009 -1,2 mil millones-según la Oficina de Presupuesto del Congreso), la contracción del consumo privado y el desplome del barril de petróleo (que ha perdido el 75% de su valor desde el último pico en julio pasado) han reducido sensiblemente el déficit comercial. La contracción de la demanda norteamericana constituye una seria amenaza para las exportaciones de los países hasta ahora superávitarios y que venían financiando el déficit de comercio de EE.UU. En diciembre las exportaciones chinas cayeron 2.8% i.a.. Para compensar el deterioro, los gobiernos de estas economías también vienen anunciado planes de estímulo fiscal (rebajas de impuestos e inversión en infraestructura) para impulsar el gasto doméstico (consumo e inversión). Más allá de este rebalanceo incipiente en las tasas de ahorro de las economías del mundo, el rasgo estructural y cultural que se encuentra detrás de los patrones de consumo mundiales -EE.UU. enclave del consumo mundial por un lado y Japón, China y Medio Oriente las economías que fomentan el ahorro por el otro- sería el obstáculo que impediría un ajuste abrupto de los desequilibrios globales. Mientras que el promedio del ahorro de las últimas tres décadas es sensiblemente superior al del Mundo (22% PBI) en las economías superavitarias (Asia 32% PBI, Japón 30% PBI y Medio Oriente 27% PBI), en la mayor economía deficitaria (EE.UU.) es significativamente menor, y es el que ahora empieza a ajustar.El quiebre de uno de los sustentos en que se apoyó la arquitectura financiera internacional -el del auge del sistema financiero de los EE.UU. a través de la securitización y la burbuja inmobiliaria- apaga uno de los motores que alimentaba el crecimiento de los desequilibrios globales al agotar las fuentes de financiamiento que permitieron el boom del consumo norteamericano (efecto ingreso) y deprimir el precio del barril del crudo (efecto precio del petróleo), fuerzas que subyacen al reciente ajuste de los desequilibrios globales. Asimismo, la crisis global impulsó la implementación de paquetes fiscales en los países superavitarios para reactivar la demanda doméstica y así compensar la caída de la demanda externa (efecto ingreso). Estas fuerzas, sumadas a una eventual depreciación del dólar en el mediano plazo frente a estas monedas (efecto sustitución), ayudarían a una continuidad de este proceso de corrección de los desajustes mundiales. No obstante, una apreciación de la moneda norteamericana en el corto plazo, la propia política cambiaria de las economías superavitarias (China y Medio Oriente), el rasgo estructural que subyace a los patrones de consumo mundiales y fundamentalmente la capacidad para reactivar la demanda interna de los EE.UU. a lo que apuntará la nueva gestión, serán los factores amortiguarán este proceso. *Economistas y Directores Estudio Bein & Asociados.