En línea con lo que venía descontando el mercado frente a los anuncios de la “política” y la recuperación muy lenta del empleo norteamericano, la Reserva Federal de EE.UU. (FED) impulsó una nueva ronda de estímulo monetario en pos de maximizar el empleo en un contexto de estabilidad de precios.
Por un lado, la FED anunció el tercer programa de compra de activos financieros –“QE3”-, que consiste en la adquisición de US$40.000 millones de títulos respaldados por hipotecas por mes, que se suman a los US$45.000 millones mensuales que la FED viene volcando en dicho mercado al reinvertir los cupones que va cobrando por sus tenencias. Por otro lado, la FED siguió utilizando el lenguaje comunicacional para influir sobre las expectativas, asegurando que el sesgo de la política monetaria seguirá siendo bien expansivo hasta tanto la dinámica del empleo de señales de una recuperación sostenida y estirando el escenario de tasa cero hasta mediados de 2015 (desde fines de 2014). El objetivo de la FED, por cierto, consiste en mantener en niveles bien bajos las tasas de interés de largo plazo en consistencia con una apreciación de los precios de los activos que vía el “efecto riqueza” (los consumidores gastan más al sentirse más ricos por la valorización de sus activos) logre filtrarse a la economía real. Frente al anuncio de la Fed, la fiesta de los mercados siguió de largo en un mundo donde las acciones de EE.UU. tocaron un pico post estallido de la burbuja inmobiliaria pari passu (i.e. en simultáneo con) un Euro que superó la barrera de 1,30 dólares por primera vez en cuatro meses. Más allá del impacto sobre los mercados financieros –que no es poco en una economía global donde la aversión al riesgo maneja el grifo del crédito- la cuestión relevante es si el impulso monetario traccionará finalmente sobre la economía real. Y si bien las tasas de interés ya están en niveles bien bajos, a diferencia de los escenarios anteriores de anuncios de inyección monetaria, donde la construcción seguía cayendo y los precios de las viviendas no habían tocado piso, el arranque en el margen de la inversión residencial en un mercado inmobiliario que ahora sí parece haber tocado piso, podría maximizar los canales de transmisión de la política monetaria sobre los niveles de actividad y empleo. Después de todo, el margen de maniobra de la política monetaria no es infinito. Sobre todo cuando la incipiente recuperación no está exenta de riesgos. En primer lugar, el capítulo final de la Saga Europea (más allá de los anuncios del Banco Central Europeo) aún no se escribió. Sigue latente el riesgo del “fiscal cliff” (i.e. ajuste fiscal) frente a republicanos y demócratas que no logran un consenso político. Y el canal del crédito todavía no arrancó. De todos modos, más allá de los riesgos, el escenario resultante de esta decisión –tasas bajas y dólar débil- sigue estando en sintonía con los requerimientos de la recuperación norteamericana al tiempo que vuelve a ser muy favorable para las economías emergentes. *Analista de Estudio Bein & Asociados. |