La visión de los líderes
Por Marina Dal Poggetto*
Desde principios de 2010, cuando el Gobierno avanzó con el financiamiento ilimitado del BCRA de todos los pesos y dólares que requiriera el fisco nacional, las preocupaciones viraron desde la capacidad para afrontar los compromisos de deuda pública al deterioro del Balance del BCRA y la consecuente presión cambiaria implícita en esta estrategia. Presión cambiaria que en un inicio quedó amortiguada por el superávit externo que todavía detentaba la economía –la cuenta corriente externa alcanzaba a 1% del PIB- y las reservas excedentes que figuraban en el Banco Central que permitían una relación de cobertura –Base Monetaria sobre Reservas- 25% por debajo del tipo de cambio vigente entonces. Pero que hoy, a cuatro años de que arrancara esa estrategia, esta relación se ubica 60% por encima del dólar oficial y muy en línea con el valor del dólar marginal que surge del mercado de contado con liquidación.
En efecto, la desaparición conjunta de las reservas excedentes – reforma de la carta orgánica del BCRA a principios de 2012 mediante-, y del superávit de las cuentas externas, derivaron en la imposición de los controles cambiarios inmediatamente después de las elecciones para evitar una corrección cambiaria brusca dada la decisión de la política de no abrir el crédito y persistir en este mecanismo de fondeo. La historia posterior es conocida, una presión cambiaria creciente trasladada a la brecha, vis a vis un intento de limitar el atraso cambiario hacia adelante con un cambio en la definición de las anclas que funcionaron hasta entonces para estabilizar la inflación en torno al veintipico. Así, a partir de 2012 el dólar y las tarifas de servicios públicos que venían funcionado como ancla mientras los salarios subían al 35%, pasaron a moverse más rápido mientras el Gobierno puso un techo en 24% a los aumentos en paritarias. Más rápido, pero sin compensar el deterioro de precios relativos que acumula la economía y que nosotros cuantificamos en torno al 20% en concepto de atraso cambiario y 500% cuando se mide el atraso tarifario en caso que las tarifas aumenten igual que el resto de los precios de la economía.
Ahora bien, esta estructura de precios relativos y de fondeo es la que de algún modo permite financiar el altísimo nivel en el que está ubicada la economía hoy en términos de gasto público y privado. Puntualmente, en lo que hace al Gasto Público de la Nación y las Provincias antes de intereses, el nivel actual es 14 p.p. del Producto más alto que el promedio de la Convertibilidad, financiado en 10 p.p. por un aumento en la presión tributaria y 3 p.p. por la menor carga de intereses de la deuda pública. Pero así, como el nivel de Gasto Primario se torna insostenible y los subsidios –una tercera parte de su aumento- se imponen al tope de la lista en la necesidad de revisar gradualmente el Gasto a la baja, desde el lado de los recursos, la presión impositiva también encuentra problemas. Sobre todo si se pretende utilizar la política fiscal como mecanismo para dar competitividad precio sin correr el riesgo político de una corrección cambiaria más brusca. En esta línea se impone la necesidad de bajar retenciones a las exportaciones (hoy 2,3% del PIB), de las cuales un 20% responde a economías regionales y/o productos industriales.
La economía se está acercando a un corner al inicio de una transición de dos años que requiere tomar decisiones para avanzar en una trayectoria sin sobresaltos. Los vencimientos de deuda en divisas (Nación, Provincias y Bonos de empresas) representan más de la mitad del stock actual de Reservas, y la inconsistencia actual entre tasas de interés (en niveles negativos) y ritmo de devaluación del dólar, aceleran la caída en las Reservas en un contexto donde las exportaciones no van a crecer el próximo año. La apertura sui generis al crédito que empieza a esbozar el Gobierno con el flamante acuerdo para cancelar las deudas en el CIADI y destrabar el financiamiento de organismos de crédito multilateral, es un intento de moderar este deterioro, pero no alcanza si no se empiezan a corregir en forma gradual algunas de las distorsiones mencionadas y se apuntalan las cuentas fiscales.
La economía no tiene margen para un nuevo salto en la presión tributaria, en tanto su desarme gradual deberá tener en cuenta las necesidades de corrección de precios relativos comentadas antes. La baja en el impuesto a las ganancias a empleados en relación de dependencia implementada después del resultado de las PASO en un intento por hacer propia la agenda de la oposición, no sólo fue implementada con errores que habrá que subsanar, sino también enfocada exactamente al revés de las correcciones de precios relativos que requiere la economía, si se pretende transitar sin sobresaltos.
Algo de crédito externo, y alguna recomposición del resultado fiscal intentando corregir en forma gradual la distorsión de precios relativos mencionada, deberían ser los enfoques de la gestión de Gobierno en los próximos meses. Veremos, si la política empieza a asimilar las restricciones y actúa en consecuencia.
*Economista y Directora de Estudio Bein & Asociados