La escalada en el conflicto entre el Gobierno y el sindicato de camioneros no sorprende teniendo en cuenta qué es lo que está en juego para ambas partes. A semanas de que se lleven a cabo las elecciones en la CGT, y en pleno proceso de cierre de paritarias con acuerdos salariales que se vienen sucediendo con un tope en 24%, los tiempos se aceleraron. La capacidad de este sector para paralizar la economía (exhibida a fines de la semana pasada) y la típica reacción del Gobierno frente a esta amenaza, “siempre palo y nunca zanahoria”, augura un nivel de confrontación con impactos difíciles de cuantificar. Ahora bien, volviendo al corazón de la pelea, los argumentos que esgrime el sindicato de camioneros fueron servidos en bandeja por la propia impericia de la política. Cerrada la paritaria del sector, con un aumento de 25,5%, similar al alcanzado un año atrás (12,5% en julio, 6% en noviembre y el restante 5% recién en marzo del año que viene), el punto que sustenta la base del reclamo es la actualización del mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias, bajo el argumento que no son los trabajadores quienes deben pagar este impuesto. Al respecto vale remarcar tres puntos. En primer lugar, no se entiende por qué el Gobierno dilató para después de las paritarias la actualización de los mínimos no imponibles, mecanismo que vino utilizando en los últimos años para incidir en la negociación paritaria a favor de una menor nominalidad. Al ser el impuesto base anual, que el anuncio se haga en enero o en diciembre no tiene beneficios para el fisco más allá de los originados en la licuación del impuesto a lo largo del año, dado que lo que se pagó de mas en concepto de anticipos se toma a cuenta en los meses siguientes a la actualización del impuesto. En segundo lugar, vale una reflexión sobre lo que implicó ajustar a lo largo de los últimos años sólo el mínimo no imponible y desatender las escalas que definen la alícuota efectiva del impuesto para cada tramo de ingresos. Cuando se analiza el impacto de la inflación sobre estas escalas, surge que las alícuotas efectivas de este impuesto se han espiralizado para el conjunto de los trabajadores en relación de dependencia y autónomos alcanzados por el impuesto desde 2001. No sólo cada vez más trabajadores quedan incluidos dentro del impuesto, sino que la alícuota promedio es cada vez mayor, aunque muchas veces la mayor presión tributaria no va en línea con un aumento del poder adquisitivo. Como ejemplo, un trabajador soltero sin hijos que hoy gana $9.000 por mes netos de aportes jubilatorios, deberá pagar en 2012, si no se modifica el esquema, casi $7.000 anuales, equivalentes a una alícuota de 5,9%. En 2011, sin el ajuste promedio del 23,5% alcanzado en las recientes paritarias, abonó $2.200, equivalentes a 2,4% de sus ingresos netos anuales. El caso es similar para un trabajador con un sueldo de $15.000 mensuales: mientras en 2011 pagó $17.700 (11,1% de sus ingresos netos), en 2012 la suma se eleva a casi $28.500, equivalentes a una alícuota de 14,6%. Este nivel de alícuotas contrasta con el 0% y el 2,5% que regía en 2001, con la Tablita de Machinea funcionando a pleno, para sueldos equivalentes en términos de poder adquisitivo. Este incremento en las alícuotas permitió que el fisco se apropiara de $7 de cada $100 de aumento nominal acumulado desde entonces en el salario de bolsillo en el primer caso y de casi $17 en el segundo. Finalmente, vale una reflección sobre la dinámica del impuesto. Este aumento implícito en las alícuotas a las Ganancias de personas físicas, en conjunto con una mejora en la ecuación de rentabilidad de las empresas, permitió subir lo recaudado por el impuesto a las Ganancias por encima del Impuesto al Valor Agregado, aumentando la progresividad de la recaudación tributaria en los últimos años en un contexto de fuerte suba en la presión fiscal. Mientras en los 80s y en los 90s el IVA era 2,6 veces la recaudación de Ganancias, hoy esta relación equivale a 1,5 veces, de la cual, a su vez, 30% corresponde a personas físicas. El concepto de que los trabajadores a ningún nivel de salarios deben pagar el Impuesto a las Ganancias va a contramano del esquema tributario en los países desarrollados, donde dicho tributo juega un rol más que relevante. Hoy en Argentina, el IVA -impuesto típicamente regresivo- sigue representando más de un 30% de la presión tributaria. El punto a discutir no es si los trabajadores deben o no pagar Ganancias, sino cuál es un esquema lógico, progresivo y, fundamentalmente, cómo se hace para que sea estable y previsible en el tiempo. Amen de que comparar con otros países sólo la estructura tributaria, sin considerar el alcance y la eficiencia del gasto en términos de prestaciones es, por lo menos, un tanto sesgado. * Directora y Economista de Estudio Bein & Asociados |