Hay que controlar mejor el gasto

La situación de la economía argentina, en la cual un proceso de fuerte crecimiento no ajusta el sector externo y sí las cuentas fiscales, no es consistente a mediano plazo con los objetivos de política económica oficial, sostiene el autor. Y para lograr mantener el equilibrio entre el superávit gemelo, recomienda manejar de aquí en adelante la expansión del gasto.  La coexistencia de superávit gemelos —fiscal y externo— con la economía creciendo a un ritmo de 9% desde 2002, inédito en 70 años de historia argentina, es la mejor credencial que presenta la situación actual de la macro. Un repaso de la experiencia internacional reciente muestra que todos los eventos divergentes en economías de bajo y medio desarrollo ocurridos en las últimas dos décadas, se dieron en un contexto de desbalances externos y fiscales (Argentina, 2001; Ecuador, 1999; Perú, 1987), fiscales (Rusia, 1998) o externo (México, 1995; Asia Emergente, 1997).Sin embargo, y a diferencia de la experiencia muy difundida de otros países, en los cuales períodos largos de expansión económica se reflejan inevitablemente en una mejora de la situación fiscal y en un deterioro de las cuentas externas, en la Argentina reciente esta dinámica se da en otro sentido: el ajuste externo se produce a un ritmo muy lento, en tanto el superávit fiscal consolidado, en lugar de mantenerse constante o aumentar, se achica en porcentaje del PIB.¿Cuál es la lógica del ajuste? y ¿Por qué hoy la experiencia argentina muestra algo distinto? Generalmente, los períodos de expansión asociados a un aumento del mercado interno están ligados a un deterioro del sector externo, tanto más cuanto mayor es la dependencia del aparato productivo de insumos importados y/o de tecnología, o cuando un atraso cambiario deriva en un aumento de la elasticidad importaciones a PIB.En cambio, la correlación con los resultados fiscales es siempre positiva en la medida que el crecimiento se refleja en un aumento autónomo de los recursos fiscales, mientras los gastos dependen de decisiones de Gobierno, en gran parte discrecionales.

Ajustar para seguirCuando se recorre la historia y la geografía económica moderna, no se encuentran casos de países con ciclos largos de crecimiento y problemas fiscales. La eliminación del déficit fiscal de EE.UU a fines de la década pasada —después de 120 meses de expansión económica— es un ejemplo, e incluso cuando se considera el caso del sudeste asiático, que luego de un largo período de crecimiento derivaron en la crisis de 1997, el origen de estas no fue fiscal, sino externo y financiero.En el suave ajuste del sector externo argentino con un superávit de cuenta corriente que en porcentaje del PIB pasa de 3,1% en 2005 y a 2,9% proyectado para 2006: la confluencia de un tipo de cambio alto, que se mantiene elevado en términos reales —y que impacta a través de una reducción de la elasticidad importaciones a PIB—, y el escenario de precios internacionales favorable tienen amplia incidencia, aunque sólo explican parte de la historia.A diferencia de Chile o Venezuela, en las que una retracción a los precios internacionales de los 90 convertiría los amplios superávit en déficit, en la Argentina, el mismo ejercicio sólo reduce el resultado positivo a la mitad. La duplicación de la producción agrícola en los últimos diez años, el auge de la explotación minera, que ya representa casi 5% de las exportaciones, el turismo y la venta de servicios profesionales, reflejan aumentos estructurales de productividad “no asociados a la suerte”.Desde el lado fiscal, si bien la evolución de los recursos no difiere de otras economías que crecieron rápido —más aún cuando a los impuestos de emergencia (retenciones e impuesto al cheque) se sumó una mayor presión tributaria vía inflación—, la trayectoria del gasto creciendo por sobre los recursos se refleja en una caída del superávit fiscal consolidado desde 4,4% en 2005 y a 3,9% proyectado para 2006.El análisis del Gasto muestra que esta trayectoria se explica fundamentalmente por los Gastos de Capital, cuyo crecimiento en los últimos tres años triplicó al de los recursos. Esta situación permitió recomponer parcialmente su participación dentro del Gasto Total, luego del proceso privatizador de los 90, y de las crisis fiscales recurrentes, con dos ejes: por un lado, la decisión de atender necesidades de infraestructura, que luego de años de ajustes fiscales, se tornan “infinitas”; y por el otro, la mayor participación del Estado en sectores de servicios públicos privatizados vía subsidios que compensan el cuasi-congelamiento de tarifas (energía, transporte público, etcétera).Esta Argentina “original”, en la cual un proceso de fuerte crecimiento no ajusta el sector externo y sí las cuentas fiscales, no es consistente a mediano plazo con los objetivos de la política económica. Aún cuando todavía la situación fiscal es holgada, la contrapartida de la ampliación de la brecha entre los dos equilibrios básicos hace que cada vez resulte más costoso para el BCRA mantener el elevado colchón cambiario vigente —uno de los factores que a su vez explica la existencia de los superávit externo y fiscal (vía retenciones a las exportaciones).Esto es así dado que, en la medida en que esta situación avanza, el superávit declinante en términos del PIB del sector público alcanza para adquirir cada año una parte menor del excedente de dólares del sector externo.En síntesis, la consistencia de la política dependerá de la capacidad del Gobierno Nacional y las Provincias para manejar de aquí en adelante la expansión del gasto en una trayectoria consistente (algo por debajo) con la evolución de los recursos, de modo de no comprometer la capacidad del Tesoro de comprar reservas con superávit, y por ende el “objetivo” del BCRA de sostener el tipo de cambio real en niveles elevados sin generar mayores presiones inflacionarias.*Director Estudio Bein & Asociados