La desaceleración de China y el contagio a Emergentes

El objetivo político de desarmar la burbuja de crédito que fomentó la política para compensar la caída del comercio global luego de la crisis de Lehman Brothers (el crédito pasó de 114% del PBI a fines de 2008 al 183% actual) impactó sobre las tasas chinas de crecimiento. El PBI de China pasó de crecer al 9/10% en el período 2010/2012 al 7,7% en 2013 en consistencia con un consenso que proyecta un escenario de crecimiento en torno al 7,2% para los próximos dos años. A diferencia de la crisis hipotecaria sub prime en USA, donde una regulación financiera obsoleta en lo que hace a los requerimientos prudenciales de capital vis a vis la sobre utilización de derivados amplificaron el contagio financiero entre bancos, en el caso del real estate chino, el canal de contagio se encuentra acotado frente al bajo nivel de apertura de la cuenta capital y financiera del balance de pagos. De todas formas, el canal comercial es el principal mecanismo de transmisión de la desaceleración de la economía China sobre los mercados emergentes. Después de todo, China importa el 61% del hierro que se comercializa a nivel global, el 43% de la soja, el 25% del cobre y el 9% del petróleo. Por eso, la ralentización de la economía china pone en jaque la performance de los precios de los commodities, impactando en la cuenta corriente de las economías emergentes donde estas exportaciones pesan mucho: Chile exporta el 20% del cobre mundial, Brasil el 29% de hierro y el 25% de soja, mientras que la Argentina exporta el 9% de la soja y el 13% del maíz. Sin embargo, el impacto al interior de los precios de los commodities no es homogéneo. En algún punto, la desaceleración de la economía china afecta más la dinámica de los precios de los metales industriales (con un cobre que acumula una caída interanual del 10%), que a los alimentos o el petróleo. Particularmente, la demanda china de estos últimos se mantiene firme dado el cambio estructural del consumo, luego de 30 años de crecimiento a tasas muy altas. De todas formas, el gobierno de China se muestra dispuesto a utilizar el amplio margen de maniobra de la política fiscal, monetaria y cambiaria en pos de asegurar un piso de crecimiento en torno al 7%, mientras anuncia el cambio hacia un modelo más sesgado al consumo interno en un mundo donde el comercio crece a la mitad de su ritmo tendencial. Los anuncios de las últimas semanas juegan en este sentido: 1)      El Banco Central activó líneas de repo de corto plazo a los bancos para aumentar la liquidez interbancaria y revertir el salto de las tasas de interés de cortísimo plazo. 2)      La amplitud de la banda de flotación cambiaria de 1% a 2% diario aumenta la flexibilidad cambiaria para devaluar la moneda y amortiguar el enfriamiento de la inversión asociada a la construcción. 3)      Y anunciaron la ejecución de planes de obras públicas que habían sido frenados en pos de reactivar el crecimiento hacia la meta del 7,5% anual. Esperemos que la planificación central logre los objetivos planteados en un mundo donde las economías desarrolladas se recuperan lentamente y las economías en desarrollo perdieron el envión de la última década asociado al escenario de tasas de interés súper bajas.