La intervención explícita de los Bancos Centrales de Japón y Europa en pos de revertir el fortalecimiento de sus monedas abre un nuevo capítulo en la saga de la “Guerra de Monedas” que viene teniendo lugar en el Mundo Desarrollado desde la crisis financiera global de 2008/9. Por un lado, el presidente del Banco Central de la Zona Euro, Mario Draghi, sostuvo que el fortalecimiento de la moneda europea en un contexto donde la inflación (0,7% interanual) se ubica bien por debajo de la meta de la autoridad monetaria, implica un obstáculo para alcanzar el objetivo de estabilidad de precios y pleno empleo. En concreto, el fortalecimiento de la moneda europea abarata el precio de los bienes importados, aceitando el escenario de baja inflación que pospone las decisiones de consumo de las familias. Al mismo tiempo, el fortalecimiento de la moneda europea, erosiona la competitividad de las economías europeas que siguen ajustando el gasto y los salarios para estabilizar los niveles de endeudamiento (España, Italia, Grecia, Portugal e Irlanda), frenando la recuperación de estas economías. Frente a este contexto, el Banco Central Europeo anunció un recorte de las tasas de interés de referencia y un aumento de las líneas de liquidez a los bancos para revertir el escenario de baja inflación y recomponer el crédito a las familias y las empresas. En Japón, el presidente del Banco Central, Haruhiko Kuroda, sostuvo que una apreciación excesiva del yen japonés podría deteriorar el círculo virtuoso del último año y medio asociado a la emisión monetaria, la devaluación de la moneda y la recomposición de las expectativas inflacionarias y de la actividad económica. Bajo este contexto, es indispensable la implementación de reformas estructurales en la dirección de una menor carga impositiva sobre las empresas, una mayor flexibilidad en el mercado de trabajo y un mayor avance en los acuerdos de comercio bilateral con USA, en pos de sostener los niveles de crecimiento. Evitando, en el mientras tanto, que el crecimiento nominal de los salarios quede rezagado frente a la recomposición de la inflación, situación que en última instancia pondría un obstáculo a la capacidad de consumo de las familias y, en efecto, a la propia intención del Banco Central de Japón de ponerle un fin al largo período de estancamiento con deflación. Evidentemente, a diferencia de la clásica “Guerra de Monedas” donde el objetivo principal de la política era devaluar intencionalmente la moneda para ganar competitividad externa y penetración en los mercados mundiales, esta vez, la intención principal de los Bancos Centrales de Japón y Europa reside en evitar un escenario con deflación de precios (i.e. caída generalizada en el nivel de precios de los bienes y servicios) que termine enfriando la actividad económica y el empleo. Sobre todo en un mundo donde el estancamiento del comercio global asociado al menor crecimiento de China y el crecimiento lento en Europa, pone un límite a la capacidad del sector exportador de ganar participación en los mercados globales vía el abaratamiento de la moneda local. Afortunadamente para los mercados emergentes, la contrapartida financiera de la “Guerra de Monedas 2.0” estira el escenario de tasas de interés bien bajas y precios favorables de materias primas, amortiguando el “viento de frente” generado por la ralentización del comercio global asociada a la recuperación lenta del mundo desarrollado. |