El resultado de las primarias abrió un nuevo escenario. No por la dirección del resultado a favor del Frente de Todos, sino por la magnitud de la diferencia que amplificó la visión binaria que el mercado tenía de ambos candidatos. El resultado 47-32 abrió una situación política anómala con un presidente debilitado, un candidato con votos suficientes para ser presidente, pero recién a fines de octubre, y un FMI que jugó a favor de la reelección, pero que después de la contundencia de las PASO debe negociar a dos puntas. Mientras los programas fiscal, financiero y monetario crujen por el salto cambiario, la reacción inmediata del Gobierno tras las primarias fue intentar retomar la agenda con política fiscal expansiva. Sin embargo, el corte definitivo del crédito derrumbó el supuesto de refinanciamiento de la deuda corta que manejaban en la Casa Rosada. Márgenes e incentivos Si bien el Gobierno tiene incentivos para culminar su mandato en forma ordenada, Alberto Fernández tiene incentivos para asumir con margen de maniobra (léase un adecuado nivel de reservas en el Banco Central). A su vez, el FMI tiene incentivos para presentar al país como un caso de éxito y asegurar el repago del préstamo. Pero la velocidad de la dinámica financiera actual y las fallas de coordinación entre los jugadores están abonando el camino hacia un equilibrio inestable. La caída en las reservas que el BCRA acumula desde las primarias está en el orden de los US$12.000 millones, de la cual algo más del 40% estuvo explicada por salida de depósitos en dólares y el resto por los pagos del Tesoro (incluyendo el repo a bancos) y por ventas del Banco Central. La decisión del Gobierno de reestructurar en forma compulsiva las LETE, Lecap, Lelink y Lecer en manos de personas “no humanas” el miércoles pasado apuntó a suturar en forma directa la caída en las reservas por pagos de deuda del Tesoro y en forma indirecta las ventas del BCRA al no monetizar los vencimientos de pesos que no se refinanciaban. Pero la dinámica funcionó exactamente al revés, al generarse un impacto en cadena sobre los fondos comunes de inversión (FCI), donde las empresas asignan el capital de trabajo, con amplificación sobre la cadena de pagos, sobre la salida de depósitos en dólares de los bancos y sobre la demanda de dólares (vía desarme de FCI y de plazos fijos en pesos). El riesgo cierto de propagación llevó tardíamente al Gobierno a cerrar la cuenta capital, intentando suturar, vía los cambios en la normativa cambiaria dada a conocer ayer a la tarde, la tercera fuente de caída en las reservas (la venta de dólares del BCRA). Y, en simultáneo, dando directivas a los bancos para que abastezcan la salida de depósitos, poniendo a disposición un repo para evitar problemas en caso de que superen los encajes. La dinámica está lanzada, y la falta de coordinación de la política claramente no ayuda. El caso brasileño En Brasil, durante la contienda electoral de 2002, cuando las encuestas daban ganador a Lula da Silva (candidato del PT que el mercado evaluaba como “comunista”) frente a José Serra (candidato del PSDB, partido del entonces presidente en funciones Fernando Henrique Cardoso), llevando el riesgo país a los 2400 puntos y dejando al país fuera del mercado de crédito, apareció la cooperación entre los tres agentes, que permitió a Brasil transitar sin default y estabilizar la macroeconomía. La carta a los mercados de Lula durante la campaña en la que manifestaba su compromiso de sostener el programa económico y el pago de la deuda, la decisión de Cardoso de “soltarle la mano a su candidato”, junto a un paquete del Fondo Monetario Internacional de US$30.000 millones, que no debió ser usado, contribuyeron en esta dirección. Pero hay grandes diferencias con la situación actual: 1. Mauricio Macri no es Cardoso y Cardoso no era candidato. 2. Lula era el “dueño” del Partido de los Trabajadores (PT) y, en cambio, Alberto Fernández es el candidato (inquilino mientras no sea elegido efectivamente) de una coalición particularmente diversa. 3. El Fondo Monetario Internacional no está dispuesto a aumentar el programa luego de haber desembolsado el 78% del préstamo de US$57.000 millones ampliado en octubre pasado. En la Argentina, ¿estará la política de ambos lados dispuesta a dejar de lado sus intereses y ponerse a la altura de las circunstancias para evitar una crisis mayor? ¿O, por el contrario, volveremos a chocar, como pareciera ser que lo estamos haciendo, una vez más con la misma piedra? Mientras tanto, el FMI se mantiene expectante hasta después de octubre. |