La inestabilidad no da margen para regatear

En un escenario rodeado por la política, y tras cuatro meses de suspenso innecesario cual serie mala de Netflix, el ministro de Economía balbuceó los lineamientos de la propuesta de reestructuración de la deuda. Propuesta que recién conoceremos hoy, cuando sea presentada formalmente en la Securities and Exchange Commission (SEC), la comisión de valores de Estados Unidos.

En la escueta presentación, mencionó que sería instrumentada a través de tres bonos con condiciones que incluyen una quita de capital de 5%, tres años de gracia en el pago de los intereses y un cupón inicial a partir del cuarto año del 0,5%, que tendrá un aumento progresivo consistente con un cupón promedio de 2,3%. 

Tomando estos datos y usando algunos trascendidos en la previa -que incluyen un cupón que aumenta 0,5% por año hasta llegar a 4,5%, una extensión de plazos de cinco años para el capital y ninguna capitalización de intereses durante el período de gracia-, el valor presente de los bonos incluidos en la propuesta estaría en zona de US$38 cada US$100 de valor nominal. A una exit yield (tasa de descuento de fondos) de 12%, más en línea con la que negociaban los acreedores, la propuesta vale US$31. No luce una propuesta consensuada para cerrar un deal rápido dentro del plazo de 20 días anunciado en la presentación. Más bien parece una primera propuesta para sentarse a negociar.

El problema es que la inestabilidad generada por los costos directos de la pandemia y el manejo desordenado de la política en un intento de compensarlos no es el ámbito propicio para seguir regateando en el margen y haciendo énfasis en los ejercicios de sustentabilidad afrontando el riesgo cierto de un hard default que empieza a reflejarse en los precios de la deuda.

Tal escenario complicaría enormemente el margen de absorción de la enorme masa de pesos que deberá emitirse en los próximos tres o cuatro meses para financiar el agujero fiscal y los vencimientos en pesos, frente al aumento contracíclico del gasto público y el desplome pro cíclico de la recaudación del fisco, acelerando los mecanismos de transmisión de la inercia inflacionaria, la indexación de la economía y la dolarización de carteras, que podrían activar una espiralización de precios y salarios.

Los riesgos de disparada brusca en la tasa de inflación están a la vuelta de la esquina. La capacidad para restablecer el crecimiento poscoronavirus va a estar enormemente condicionada si la demanda de pesos se pulveriza.