En la publicación de abril del World Economic Outlook (WEO-FMI), queda en evidencia la creciente incorporación a las proyecciones de una visión cada vez más pesimista respecto al impacto de la crisis hipotecaria norteamericana sobre el crecimiento mundial. Las estimaciones para el corriente año pasaron de 4,9% en abril de 2007 a 4,8 % en octubre, para luego –a través de un comunicado fuera de calendario- volver a reducirse en enero a 4,1%, hasta la actual proyección de 3,7%. Prácticamente la totalidad del ajuste recae sobre el mundo desarrollado, básicamente EE.UU., con un crecimiento de tan sólo 0,5% (con un arrastre estadístico de 1% en 2007) frente al 2,8% proyectado en abril de 2007, en tanto las economías en desarrollo prácticamente mantienen las expectativas de un año atrás. El crecimiento asiático proyectado se reduce sólo 0,4 p.p., a 8,2%, en tanto el de América Latina se mantiene estable en 4,4%. Ahora bien, lo llamativo es que la última corrección a la baja no se limita a las proyecciones de crecimiento de cada país o región, sino que se extiende a los datos de evolución del PIB para años anteriores: si se toman las actuales estimaciones de crecimiento del FMI, se observa que el mundo creció desde la década del ´80, en promedio, medio punto porcentual menos cada año de lo que creíamos hasta hace pocos meses, lo que supone un crecimiento real acumulado en los últimos 27 años 17 p.p. menor. El cambio responde a un factor de índole puramente estadística, pero que afecta, aunque sea parcialmente, la apreciación del mundo que hasta hoy teníamos. Al momento de calcular el crecimiento mundial se toma el crecimiento de cada país individualmente para luego ponderarlo según su importancia relativa y así obtener una evolución agregada del PIB. Ahora bien, claramente este número se verá afectado si se modifican dichos pesos relativos, que es lo que ocurrió al actualizarse los pesos definidos por las tasas de paridad del poder adquisitivo (PPP por sus siglas en inglés). Las tasas de PPP se definen como la cantidad necesaria de una moneda en particular para adquirir la misma canasta de bienes y servicios en distintos países contra un numerario, generalmente el dólar. O sea, no son más que una forma alternativa de medir los tipos de cambio, pero con la ventaja de que ajustan por la diferencia de niveles de precios entre distintos países. Por esto mismo, los tipos de cambio de mercado suelen subestimar el producto de las economías en desarrollo respecto a las más avanzadas, ya que tradicionalmente los países en vías de desarrollo poseen niveles de precios más bajos –que no es lo mismo que menor inflación- en servicios y bienes no transables, por lo cual la canasta antedicha es relativamente más barata en estos países (i.e., la moneda local tiene mayor poder adquisitivo). Particularmente, se actualizaron las canastas de consumo de 1993 al año base 2005, en tanto se incorporaron China e India al relevamiento que realiza el Banco Mundial a los fines de este cálculo, teniendo en cuenta que anteriormente, en el caso de China, las tasas de PPP se extrapolaban de una comparación de precios bilaterales de 1986 con USA. Las nuevas estimaciones de las tasas de PPP reflejan una pérdida de peso relativo de países de gran contribución al PIB agregado como lo son China e India, casualmente países con un crecimiento en las últimas décadas mayor al promedio, lo que deriva en la corrección de los cálculos del PIB para toda la serie. A modo de ejemplo, para 2007 y con las estimaciones previas, China explicaba 15,8% del PIB mundial, mientras que ahora lo hace en un 10,8% e India, a su vez, pasó de 6,4% a 4,6%. Como contrapartida, otros países tienen que haber aumentado su participación, como ocurre en el caso de USA, que en la proyección para 2008 pesa casi 2 p.p. más que antes (21%), lo que genera el doble efecto hacia la baja en las proyecciones mundiales: el efecto estadístico de ponderar más un país (USA) que ahora crece menos y el efecto económico de la crisis hipotecaria. Estos cambios en las mediciones adquieren relevancia en el análisis hacia adelante en la medida en que una parte del sustento de la teoría del desacople (decoupling) de las economías emergentes a la recesión de EE.UU. se basa en observar justamente el aumento de la importancia de los países asiáticos en el mapa económico mundial: En el WEO de octubre pasado, China e India conjuntamente representaban un 23% del PIB mundial (4 p.p. más que USA), mientras que en la publicación de abril es el país norteamericano el que pesa 4,7 p.p. más que estos dos países juntos. De todos modos, esto no quita la relevancia creciente en el tiempo de estos países, que sin importar que medición se mire, han venido aumentando considerable y sistemáticamente su peso económico en el mundo. Tampoco cambia el hecho de que hasta ahora el impacto de la crisis ha sido bastante limitado fuera de EE.UU. y el cambio metodológico supone una nueva forma de ver la realidad pero no un cambio de la realidad misma, que es en la que se basa la actual situación de bonanza de los países emergentes. Por otro lado, si bien con los datos actuales la participación de China e India (segunda y cuarta economías del mundo, respectivamente) ha menguado, su contribución conjunta al crecimiento sigue siendo ampliamente superior a la de USA. Mientras en la década del ´80 aportaron en promedio un 14% al crecimiento anual mundial y USA lo hizo en un 18%, ya en los 90s prácticamente igualaron sus aportes (24,5% China e India vs. 24,1% USA) y en 2007 contribuyeron con casi un 32% versus un 10% de USA. Más allá de las fundadas razones del cambio metodológico (en casi 12 años de crecimiento las canastas de consumo de las economías emergentes cambiaron radicalmente), lo que demuestran estas modificaciones es que las estadísticas no son más que un fetiche que pretende captar una realidad cambiante. La consistencia metodológica y la claridad con que se realicen marca la diferencia entre un cambio en la forma de percibir la realidad y una distorsión de la misma. Más allá de las magnitudes involucradas, mientras el FMI va en la primera dirección, las modificaciones incorporadas a las estadísticas del INDEC desde enero de 2007 parecen encuadrarse cada vez más dentro de la segunda. * Economistas Estudio Bein & Asociados