Las Críticas a la Política Monetaria

Los cuestionamientos a la política económica son muchas veces sesgadas con recomendaciones cuyos costos no son correctamente evaluados, sostiene el autor. Y rebate varios de los argumentos habituales, como la política de acumulación de reservas, el aumento de créditos para el consumo y la sugerencia de subir la tasas para frenar la inflación. 
Consistente con la estrategia cambiaria adoptada, la economía argentina enfrenta y enfrentará en los próximos años una tasa de inflación, no necesariamente la estadística pero sí la real, más alta que la internacional. La elección no es fortuita: sostener un tipo de cambio devaluado es la clave del modelo que permite mantener la solvencia fiscal mediante la apropiación de parte del excedente externo vía retenciones, y que además asegura la competitividad en los sectores de bienes comercializables. Más allá de la discusión acerca de si estamos en presencia de un modelo de desarrollo o si el mismo sólo resulta compatible con una convergencia rápida al pleno empleo (lo cual no es poco en un país como Argentina, pero que requiere pensar el cómo se sigue una vez que esto ocurra y el tipo de cambio real ajuste), lo cierto es que las críticas a la política económica parecen muchas veces sesgadas con recomendaciones cuyos costos no son correctamente evaluados. ¿Qué habría pasado en la economía si en 2003 se hubiera llevado el tipo de cambio al equilibrio con una tasa de desempleo que todavía era del 18%? No es que el instrumento de apreciación cambiaria para bajar la inflación no opere, pero sus resultados no son simétricos al alza o a la baja. Lo sucedido en Brasil —apreciación real de 35% y reducción de sólo 3 p.p. en la tasa de inflación— es un ejemplo en este sentido. El superávit estructural de divisas es la consecuencia lógica de este sendero cambiario que se da en medio de una situación internacional favorable. La acumulación de reservas internacionales, que ya alcanzan los US$ 35.000 millones, es la contracara de esta situación, con claras ventajas en términos de reducción de la exposición a shocks externos, aunque también con costos asociados —no demasiado altos— sobre las cuentas del BCRA que debe pagar tasa de interés por los pesos que esteriliza. Sin embargo, la preocupación extrema por esta situación suena llamativa en un país históricamente jaqueado por reiteradas crisis estructurales de la balanza de pagos. De hecho, se da la paradoja de que a este ritmo, y de mantenerse el escenario internacional, la economía arrimaría al pleno empleo antes de perder el superávit externo. Una cita a Rockefeller caracteriza esta situación: “Yo he sido pobre y he sido rico y les aseguro que es mucho mejor ser rico”. La tasa vs. la ensalada Una de las críticas habituales al modelo es la existencia de tasas reales de interés negativas para los ahorristas. Es verdad que esta situación ha exacerbado el aumento en el consumo de bienes durables y de la construcción, aunque en el caso de los durables —en su mayoría importados— el aumento en la demanda no es necesariamente inflacionario, teniendo en cuenta la trayectoria declinante de los precios de los electrónicos a nivel internacional y la oferta “infinita” para Argentina. Sin complicaciones por el lado externo, no hay peligro de exceso de demanda inflacionaria a la vista. Pero tampoco es cierto que haya un problema de ahorro en la economía. De hecho, el ahorro macroeconómico es el más alto de los últimos años. Pero, dada la expectativa de apreciación real de la moneda, el nivel de tasas de interés medido en dólares no sólo es positivo, sino que es uno de los más altos de los países emergentes. Tomando la tasa de devaluación esperada en el mercado de futuros del peso y el rendimiento de un instrumento de renta fija como las Lebac a un año, la renta implícita en dólares asciende a casi 8%, 300 puntos básicos por encima de la de los EE.UU. Una política monetaria contractiva con tasas de interés al alza provocaría al mismo tiempo un ingreso adicional de divisas que requeriría ser esterilizado. ¿Qué se criticaría en tal caso? ¿el costo creciente de esterilización? Las críticas a la expansión del crédito y las recomendaciones para moderar su trayectoria suenan contradictorias en un país en donde, habiendo transcurrido cinco años de la crisis, los préstamos al sector privado alcanzan apenas a 12% del PIB. No se puede pretender una normalización del sistema financiero y al mismo tiempo que el crédito no crezca bien por encima del producto nominal. Un ejercicio simple con un crecimiento del PIB nominal de 14% anual promedio en los próximos cinco años (4,5% cantidades y 9,5% precios) requeriría un crecimiento del crédito al 32% anual para llevar la participación del crédito en la economía al 24%. Aún así, la misma continuaría siendo una de las más bajas entre los países en desarrollo (35% en Brasil y 60% en Chile). Finalmente un último comentario: En este escenario de convivencia en los próximos años con una inflación bastante más alta que la internacional, el manejo de las nominalidades requiere de una importante precisión técnica para mantener la puja distributiva bajo control y evitar la espiralización de precios y salarios. Sin embargo, atribuir la aceleración de la inflación desde el cuarto trimestre a la falta de prudencia monetaria no luce razonable, teniendo en cuenta que el mayor aumento en los alimentos se explicó básicamente por problemas de oferta ligados al clima y por la suba en los precios internacionales de los commodities agropecuarios. Subir la tasa de interés y restringir la liquidez de la economía para bajar el precio de la lechuga y el tomate no parece el instrumento apropiado.   *Director Estudio Bein & Asociados