Los problemas económicos del Gobierno no son técnicos, son políticos y de un nivel casi berreta

 MARINA DAL POGGETTO 20210617

Su consultora fue considerada la de mayor acierto en los pronósticos económicos en la región. Cree que cada crisis abre en la Argentina una nueva ventana de problemas para resolver y muestra cómo hay posibilidades para un nuevo eje virtuoso de desarrollo, a partir de cuestiones como la economía del conocimiento. Habla de Macri y los errores actuales.

En la tapa del libro que recoge la historia de EcoGo se ve a Néstor y Cristina Kirchner, ella con dos imágenes, una más cerca de Néstor y otra más solitaria; a Mauricio Macri y Alberto Fernández jugando a una suerte de póker. ¿Hay azar y timba en las decisiones económicas de los gobiernos?

—Deciden en función de una visión muy cortoplacista. Los objetivos están centrados en la próxima elección. Me dirás que en todo el mundo pasa eso y es probable. Pero en Argentina hay muchas cosas desacomodadas. El cortoplacismo hace perder oportunidades. Sistemáticamente se pierden. Cuando se estudia la política económica, uno mira la coyuntura, se ve es cómo se abren ventanas. Al kirchnerismo se le abrió una ventana gigante, en un mundo donde el dólar se debilitaba, los precios de las commodities volaban por los aires. Con Miguel Bein hablábamos del semáforo fiscal. Pensábamos que con la recaudación subiendo, si se mantenía el gasto en línea con el crecimiento de la economía o algunos puntos abajo de la recaudación, se podía sostener el equilibrio fiscal. Así, la Argentina podría tener un horizonte bien distinto. Sin embargo, durante esos años el gasto creció sistemáticamente por arriba de la recaudación. Pasó de 25% promedio a 40%, y se perdió una oportunidad. Se aceleró la puja distributiva. Los economistas suelen decir que el problema de la Argentina es la restricción externa. Mi sensación es que se recrea, no importa cuál sea el contexto. Así como hablo del kirchnerismo, podría referirme al gobierno de Macri o al actual.

—Daniel Artana comentó que se reunía con colegas una vez por semana. En un tiempo discutían entre ortodoxos y heterodoxos, pero desde hace un tiempo están todos de acuerdo en criticar al Instituto Patria. 

—Se puede hacer llover de costado, no de abajo para arriba. Es posible moverse en un margen un poco más ortodoxo o uno más heterodoxo. Hay grandes discusiones sobre cómo acomodar una macroeconomía tan distorsionada, sobre todo cuando está la política en el medio. Pero hay cosas que van a contramano de la intuición económica. Por ejemplo, tuvimos la pelea entre Martín Guzmán y Federico Basualdo por el aumento tarifario. Era para compensar la distribución de gas y electricidad, que achicaba el financiamiento de las distribuidoras. Favorecía en el corto plazo los números fiscales. Esa discusión terminó con la señorita Cristina mandando a los dos niños al pupitre. Los retó y les dijo que no se pelearan. No hubo aumento tarifario. Al poco tiempo, tenemos un proyecto de ley para bajar la factura de gas a las zonas frías. Es provocativo. También se quita la movilidad previsional en el arranque de la gestión porque era la única forma para mantener la consolidación fiscal de Mauricio Macri, básicamente licuando las jubilaciones. Luego se volvió a poner una movilidad previsional, que es la misma que había removido Macri porque no era viable, en mitad de una discusión política. Esa movilidad previsional generó que en un contexto inflacionario se terminaran licuando las jubilaciones en el año electoral. Un blooper fenomenal. El año que viene será un problema. La consolidación fiscal que requiere necesitará cambiar la movilidad nuevamente. Se discuten temas políticos, no técnicos. En octubre pasado, con casi 200 pesos el blue, la propia Cristina Kirchner sacó una carta donde habló de los riesgos del bimonetarismo. Básicamente mandó a la Argentina a negociar con el Fondo. A la semana siguiente, parecía que el acuerdo sería algo muy rápido. Ganó Joe Biden y el precio de la soja se disparó. Aparecieron dólares frescos en la Argentina. La política toma aire y unos meses más tarde tenés la carta de los senadores a Washington y a Kristalina Georgieva, exigiendo un acuerdo con condiciones que no están dentro del estatuto del Fondo. Después, Alberto Fernández, en la apertura de la sesión legislativa, habla de judicializar el acuerdo con el Fondo. A eso se suma la proclama del 25 de mayo. Cabe preguntarse si se deseaba un acuerdo con el Club de París o no. No es una discusión técnica. Es político, pero con un nivel, no quiero decir berreta, pero muy poco fino.

—También aquí Miguel Kiguel dijo que veía una matriz ortodoxa en la estrategia de Martín Guzmán. Carlos Rodríguez, otro entrevistado, fue más allá y dijo cuando conversó de economía con Alberto Fernández, “hablaba como un liberal”. Guzmán dijo: “El control del déficit fiscal no es de derecha”. ¿El problema está en el Instituto Patria? 

—No sé si el problema es ese. Es una coalición bien diversa. Disputan espacios de poder. No sé si hay una concepción distinta. No digo que exista una concepción respecto del funcionamiento. Hay mucho de coyuntura política y de disputa por espacios de poder. Cuando están por caer a la banquina, terminan girando para el otro lado. No estoy tan segura de que terminen chocando. Si tildara a Guzmán de ortodoxo en mitad de esta disputa interna dentro del Gobierno sería ponerle palos en la rueda. Cuando Clarín elogia a Guzmán genera problemas dentro de la propia coalición de gobierno. El Gobierno llegó con una macroeconomía que había ajustado por las malas. El salario real había caído cerca de 20%. Pasaste de un déficit de 5 puntos del producto a casi equilibrio, superávit externo. El déficit fiscal se había corregido por las malas, licuando un gasto que no se sostenía, a menos que se cambiara la movilidad previsional. Pero la movilidad previsional fue una de las primeras medidas del Gobierno. La llamó solidaridad social y reconversión productiva. Fue un gobierno que arrancó con una hoja de ruta que tenía diversas patas: la consolidación fiscal; la reestructuración de la deuda. También era un gobierno peronista con capacidad para manejar la puja distributiva y conseguir que la dinámica salarial no intentara recuperar de golpe esos 20 puntos perdidos fundamentalmente en 2018, cuando la inflación pasa al 50% y las paritarias estaban en 30%.

 —¿Arrancó un gobierno más ortodoxo?

—Diría que más ortodoxo y con la anuencia del Instituto Patria y Cristina. Todos para el mismo lado. La ley de solidaridad social fue votada por toda la coalición.

—¿Sufrían los jubilados la misma merma que los asalariados en las paritarias? 

—La mínima sufrió menos que las más altas. El objetivo era fiscal. Cuando hay un agujero fiscal de tal magnitud, tus dos mecanismos de financiamiento son deuda o emisión monetaria. La deuda estaba al borde del default. Todavía estabas pagando, todavía no habías defaulteado, pero venías de un reperfilamiento de los últimos meses, con toda la concentración de la deuda en febrero y estabas en un límite de emisión monetaria.

—Escribiste: “A contramano del teorema de Baglini, que sostiene que la irresponsabilidad de las propuestas de política económica es inversamente proporcional a la cercanía del Gobierno, acá son los propios los que esmerilan sistemáticamente cualquier intento de enderezar el rumbo”. ¿Te referís a La Cámpora? 

—La lógica del teorema de Baglini era que el Gobierno tiende a ser racional. Hablo de la proclama del 25 de mayo, diez días después de que el Club de París deja trascender la noticia de que podría liberar a la Argentina del default. El Gobierno necesita reestructurar esa deuda sin gatillar una penalidad que prácticamente la duplica. Esa proclama, firmada por distintos actores del Gobierno y de gente afín, ponía un palo en la rueda a las decisiones de política económica de corto plazo.

—¿Quiénes esmerilan? 

—Pareciera que el Instituto Patria. Que algunos están poniendo palos en la rueda a un intento de estabilización. Están en el mismo Gobierno. Como con el tema del gas. En un contexto con un Presupuesto y con déficit fiscal a corregir, porque, si no aparecerá un problema inflacionario o con el dólar, salir con una medida no tiene demasiada lógica. Después de que pierde Cristina la elección de 2009, la oposición, el PRO y el radicalismo le votan el 82% móvil de las jubilaciones y la obligan a vetarlo. La obligan a vetar una medida populista, que venía de la oposición. Ahora la medida populista viene del propio Gobierno. Son niveles de irracionalidad muy grotescos.

—Pareciera que algunas medidas ponen al Gobierno no más cerca de ganar las elecciones, sino de perderlas.

—Cuando se les está por caer el auto a la banquina, vuelven a girar.

—¿Creen que pueden hacer otra cosa?

—Una lectura podría ser que hay un policía bueno y uno malo. Es ingenuo. El Fondo no generará un cambio en el estatuto a medida de Argentina.

—¿La baja de la soja de los últimos días es una señal preocupante? 

—Llegamos a junio sin acuerdo con el Fondo, sin cerrar con el Club de París. En un mes y medio se gatilla el default si no hay un acuerdo. Acaba de salir un statement del Tesoro norteamericano que pareciera que le mete presión a la Argentina. Al mismo tiempo hay una consolidación de las cuentas fiscales.

—¿Consolidación es reducción del déficit fiscal?

—Sí, después de un año donde había pasado de casi cero a seis y medio. La inflación, el precio de la soja y las retenciones, el impuesto a la riqueza, generan un aumento bastante agresivo en los ingresos. El gasto público viene por detrás, en gran medida porque la mitad del gasto público de la Nación va con indexación que viene de una inflación más baja. Cuando uno mira los números fiscales de los primeros meses de este año, las cuentas se están ordenando. El déficit fiscal acumulado hasta mayo te da 0,3 puntos del PBI contra 2,6 puntos del PBI el año pasado. Esos números mejorarán este año. Esa mejora en los números fiscales redujo muchísimo el financiamiento monetario. Prácticamente no lo hubo en la primera parte del año. Los pesos que el Banco Central le dio al Tesoro fueron usados para comprar dólares para pagar a organismos. Hay un Banco Central que empezó a comprar dólares, porque con el precio de la soja para abajo y el Banco Central pisando el tipo de cambio, empezaron a liquidar. El principal problema de la economía, que era que sobraban pesos y faltaban dólares en las reservas, sigue estando. La situación a mediados de junio es con un balance del Banco Central mejor. Pareciera que el mercado se autorreguló. Por ahora, mientras el Central compra dólares, el equilibrio existe. Hubo algunos informes de bancos extranjeros recomendando tácticamente activos argentinos. En los últimos meses y medio, después de la noticia del Club de París, los precios de las acciones subieron 30%; los precios de los bonos, entre 10% y 15%. Pero falta mucho. Todavía están las elecciones, recién en noviembre. El Banco Central todavía compra dólares, pero en junio comprará la mitad que en mayo. Y probablemente en julio compre menos.

—Dijiste: “A partir del segundo semestre la compra de reservas se convertirá en ventas, ya sea a través del mercado único de cambios o para la contención de la brecha”. ¿Habrá turbulencias?

—Aumentará la presión en algún momento. El Banco Central usará su capacidad de fuego para intervenir en la brecha. Eso implica entregar dólares de los que está comprando y eso probablemente vender contratos de futuro. Entonces no te sobran dólares.

—¿Contendrán la turbulencia? 

—Las chances están. Se precisaría alguna refinanciación del vencimiento del Club de París. Si pagás 2.200 millones de dólares de capital al Club de París, se llega muy justo. Se debería tener más temprano que tarde un intento de acuerdo con el Fondo.

—Dijiste: “En nuestro ejercicio solo incluimos un primer pago de capital con el Fondo Monetario Internacional y los intereses al Fondo Monetario Internacional y al Club de París. Las reservas netas son 6.500 millones. Se reducirán a 4.300, incluyendo los desembolsos de 4.370 millones de los DEG, los derechos especiales de giro, de agosto y octubre”. ¿Sigue siendo ese el escenario? 

—Sí. Como máximo, podrías llegar a tener 12 mil millones de dólares en las reservas. El último dato es 6.700. Probablemente los próximos dos meses todavía el Banco Central compre. Podrías llegar a 8 mil millones de dólares, más los 4.300. La capacidad máxima es 12 mil. Habría que aprovechar esos 12 mil millones para estabilizar el balance del Banco Central e ir ya a un acuerdo con el Fondo y no gastar un dólar más. Eso no va a pasar porque no vas a tener el acuerdo ahora y porque en los próximos meses seguramente habrá una mayor demanda de dólares. Con cepo la oferta de dólares la regula el Banco Central. Pero tiene un dilema: si no entrega los dólares, la presión de la brecha sobre el mercado de bienes puede aumentar y la inflación subir. Hoy, ni el Fondo sabe muy bien qué hacer con la Argentina, ni la Argentina está pensando demasiado qué hacer después de diciembre. El riesgo es un esquema con el Fondo que termine fallando más temprano que tarde, como sucedió. Pero de acá a noviembre, con los 14 mil millones de dólares entre los DEG y el aumento en el precio de la soja sobre la oferta exportadora, el Gobierno aprovechó ese aire para seguir fugando hacia adelante y patear el acuerdo.

—¿Hizo todo mal Martín Guzmán con el Fondo, con los privados y con pesos en lugar de dólares?

—Con los privados arrancó muy agresivo y terminó entregando. Lo que estuvo mal fue haber intentado ir tan agresivo y haber llegado a agosto. Se debería haber reestructurado antes. Estuvo la pandemia en el medio, con lo cual es difícil decir qué hubiera pasado. Lo del Fondo fue un error. Lo de la deuda en pesos ex post fue una transferencia de ingresos. Para el tenedor de bonos de pesos fue maravilloso como inversión. Desde el punto de vista del país, te dejó una concentración de vencimientos de deuda en pesos que, para poder resolverla, debe entrar en los balances. Vuelve a meter bichos dentro de los balances. Hoy hay una tasa de interés negativa en la deuda que hace que el crecimiento de los pesos vaya por debajo del tamaño de la economía. No hay una bola de nieve en lo que son las Leliqs. En lo que son los bonos del Tesoro hay una concentración de vencimientos. Hay un aumento en la deuda del Tesoro indexada a la inflación. En octubre de 2019, en las elecciones, la cantidad de pesos que había en la economía respondía a tres variables: la base monetaria, los pasivos del Banco Central, Leliqs fundamentalmente, y la deuda de pesos. Más o menos 1,2 billones en total. Era 1,4 billones la base monetaria, uno las Leliqs, y tenías 1,5 que eran la deuda de pesos de la cual 1,2 vencía en los próximos 12 meses. Un tema que resolver. Hoy la base monetaria es 2,6. Pasó de 1,4 a 2,6. Los pasivos remunerados pasaron de 1 a 3,6. Y la deuda del Tesoro pasa de 1,5 a casi 3. De esos 3, hoy el 70% está indexado a la inflación. En su momento, el 15% estaba indexado a la inflación. Es una bola de pesos que creció mucho con la emisión del año pasado. Se maneja porque hay una tasa de interés negativa, lo cual hace que no sea explosivo. Pero la tasa de interés negativa lo que produce es una licuación, básicamente a los tenedores de pesos. Se requiere de un peso muy grande para que los tenedores de pesos no quieran salir corriendo.

—A los que primero les diste la ventaja de pasar de 30 a 100.

—No se puede tener una tasa negativa sistemáticamente en la economía. Hoy hay una tasa de dólares en 18 y una tasa de pesos negativa contra la inflación.

—Estados Unidos crece 6% este año, y 4,3% es la previsión para el próximo. China no cayó, este año tiene un crecimiento de 9%. India, que no sufrió el covid el año pasado sino este, cae este año el 8 de su producto bruto, pero rebota 10,5 el siguiente. La Eurozona, que siempre tiene tasa de crecimiento bajo, crecerá 4% dos años seguidos. Inglaterra 5% dos años seguidos. ¿Las vacunas podrían producir la reactivación en Argentina que se da en otros países del mundo?

—Hay una parte que es efecto rebote. Si la economía cayó en Argentina 9,9% el año pasado, este va a 6 y pico, solamente por arrastre.

—No solamente la Argentina: México, Colombia, Argentina, Perú, Chile, Brasil tardarán dos años en volver a la situación de 2019. Los países que yo menciono este año están por arriba del año pasado. 

—Los paquetes fiscales y monetarios del mundo desarrollado fueron inéditos. En el mundo en desarrollo fueron significativamente más chicos. El mundo desarrollado, sobre todo Estados Unidos, removió la restricción presupuestaria.

—También plantean que hay un deseo de consumir, de viajar, de salir, acumulado. Cuestiones más allá de las monetarias que se están viendo en los países que ya lograron salir del covid-19. 

—En plena pandemia hubo efectos muy claros: todo el mundo en la casa, el desplome en el nivel de actividad, de las actividades asociadas al ocio, sobre todo los viajes y demás. Y un aumento muy significativo en el ahorro. El ahorro privado se dispara. En Estados Unidos, en Europa, incluso en Argentina. Las cajas de ahorro en Argentina se dispararon en pesos. Eso en algún momento irá a gasto. Se percibe. Está el tema adicional: la política monetaria tan laxa de Estados Unidos, que genera un aumento exponencial en el crédito. En la crisis financiera de 2009, el juego de la Reserva Federal fue parecido. Triplicaron la hoja de balance, pero ese aumento en la cantidad de dólares quedó dentro de la Reserva Federal y el crédito no se expandió. Fue una crisis de crédito originada en un problema con los bancos, la burbuja inmobiliaria. El efecto tasas muy bajas. La recuperación del nivel de actividad estuvo asociada fundamentalmente al efecto riqueza. Aquí inciden factores como el ahorro que se generó del no gasto; la disparada en el crédito. Y una política fiscal extraordinariamente expansiva que directamente pone plata en el bolsillo a la gente.

—¿Los próximos dos años habrá un salto en el crecimiento inédito en los últimos cincuenta años? ¿Habrá una kirchnerización global?

—La pregunta es si ese crecimiento está asociado solamente a un tema de política fiscal, monetaria y de ingresos expansiva. Sería el kirchnerismo en Argentina en 2005, 2006, 2007. O si hay detrás un salto en la productividad. Si no es así, no será sostenible.

—Quizás el kirchnerismo vea que se viene un boom económico.

—Mi sensación es que no tienen un horizonte tan largo para tomar decisiones.

—Martín Redrado definió la estrategia como un “VV”, “vamos viendo”. ¿Habrá un cambio de ministros una vez reestructurada la deuda y pasadas las elecciones?

—No estoy muy segura. Sí debe haber un cambio en la política económica. En algún momento habrá acuerdo con el Fondo. Ahí la discusión es cómo encarrilás la economía. La estrategia de acá a noviembre es que el dólar se mueva al 1% por mes, que las tarifas se mantengan congeladas después del pequeño salto que les mantuviste y poner el pie en el acelerador de los salarios. Junto con sectores a los cuales les estás pisando el precio. Ponés la paritaria arriba, pero le estás pisando el precio. A una parte le liberaste el precio y sube el doble que la inflación; mientras que hay otra parte que tiene los precios casi congelados.

—¿Qué sucederá en 2022, entonces?

—Hoy atrasa el tipo de cambio. Se parte de un tipo de cambio alto, pero se atrasa. La inflación en Estados Unidos ayuda un poco. La apreciación en Brasil también. De acá a noviembre es poco probable que el dólar esté arriba de 102,50, el número que está en el Presupuesto. Es el único número que va a quedar en pie del Presupuesto. Es poco probable que al día siguiente el tipo de cambio se siga moviendo al 1%. Tampoco creo que haya un salto discreto. No creo que la política se anime. Cómo comprimís la brecha será parte de la discusión con el Fondo.

—¿Un salto discreto sería 30%, como aquel de Juan Carlos Fábrega a Axel Kicillof? 

—Ganó Sergio Massa la elección en 2013 y el Banco Central arranca con un crawling. Todavía estaba Mercedes Marcó del Pont en el Banco Central y el crawling se aceleró. Empieza un corrimiento del tipo de cambio más rápido que queda descoordinado con la tasa de interés y le hace perder unos cuantos dólares al Banco Central. La devaluación se produce recién en 2014. Lo que puede haber es una aceleración en el crawling pensando en un intento de bajar la nominalidad de la economía del 50%, que será probablemente la inflación de este año. No sé el número que tienen en la cabeza, pero probablemente pienso que será algo parecido al 40% o 30% largo.

—¿Intentarán mantener el dólar como ancla y no podrán?

—Como ancla es hoy. Hoy el dólar se mueve uno, la inflación viene del 4 y ahora un poco menos.

—¿Cambiarán el ritmo devaluatorio? 

—Probablemente lo hagan con un crawling peg a la inflación. Que empiecen a mover más rápido el tipo de cambio. Ahí hay que ver cómo se acomoda el resto de las variables, entre ellas las paritarias. Este año puede ser que no pierdan al final contra la inflación. Perderán en los primeros meses, probablemente ganen los últimos. La pregunta es cuál va a ser la paritaria que viene. Hay que ver qué piden luego de un año de 50% de inflación. Y luego están las tarifas. Se llega de dos años de congelamiento con altísima inflación. El atraso tarifario que tuviste en estos dos últimos años es equivalente al que tuviste en los primeros seis años del kirchnerismo. La dinámica tarifaria complicará la fiscal.

—Escribiste en un informe de EcoGo: “No todos los precios suben por igual”. En estos últimos 12 meses se incrementaron bastante por encima del índice precios que a la vez también superaron con amplitud el nivel general de precios del primer cuatrimestre de 2021. ¿Los precios internos se reacomodan respecto del dólar? ¿Vuelve la Argentina a no ser un país barato? 

—Depende de qué precio. Hay precios mucho más baratos que afuera y otros mucho más caros.

—¿Se están recuperando los precios en dólares perdidos en la devaluación de 2018/2019? 

—Al final del kirchnerismo, en 2015, había precios de tarifas ridículamente baratos y de bienes ridículamente caros. Argentina tuvo inflación en dólares de bienes en un mundo donde habría deflación. El índice de inflación de Estados Unidos del 96 hasta hoy dice que la inflación fue 2% en promedio. Los bienes son proporcionalmente cada vez más baratos y los servicios cada vez más caros. En Argentina hubo inflación de bienes en dólares como contracara de una economía cada vez más cerrada. La forma en que se protegieron frente al aumento en los costos impositivos, salarios y demás, tuvo que ver con el reacomodamiento de precios.

—¿Los servicios en el fin del kirchnerismo no tuvieron la misma suerte que los bienes?

—Por lo menos los servicios regulados. Durante el gobierno de Macri se dio vuelta.

—Roberto Lavagna dice que si bien los manuales indican que cuando hay recesión baja la inflación y que una de las herramientas para bajar las inflaciones es enfriar la economía, en determinadas circunstancias en países como la Argentina sucedía exactamente lo opuesto. 

—Pasó en 2000. A la salida de la convertibilidad, el primer año hubo una inflación del 40% con precios mayoristas que subieron 150%. El dólar había subido 300%. Cuando el gobierno, primero Jorge Remes Lenicov, después Lavagna, Eduardo Duhalde, después Néstor Kirchner, arranca con la política de recomposición de los salarios, aparecen aumentos por decreto, no había paritarias. Se observa que los márgenes unitarios, uno los mide como la diferencia entre los precios minoristas y mayoristas de los bienes, se mantienen quietos hasta 2007. No hubo recomposición de márgenes. El aumento en las ventas me permitía licuar costos fijos o prorratear costos fijos sin recomponer. Fue muy virtuoso ese período. Los salarios subían, algo visto por los empresarios como una mejora en la demanda. Hasta que en algún momento empezó a ser visto como un costo. Allí se rompe la alianza y se empieza a ver cómo recomponer la propia ecuación. Los precios de los bienes en principio no pueden estar por encima de los precios internacionales. El efecto fue cerrar la economía. Así los precios de los bienes se encarecieron. Hay un tema de estructura de balances, pero también de costos impositivos, salariales, de cómo armar la estructura. Aun así, este año hubo precios que subieron el doble que la inflación. La inflación subió 42% y los precios subieron 80%. La demanda tira. Los pesos queman en el bolsillo. Hubo un aumento precautorio del ahorro y ahora se lo quieren sacar de encima. La tasa de interés es baja para los sectores que tienen ingresos. Con los textiles pasó que la gente dejó de viajar afuera y de tener importaciones en valijas. Y además hubo un desvío de consumo.

—Esos bienes terminan siendo más caros que en Miami.

—En parte es lo que sucede. Pero además estos sectores tienen acceso al mercado cambiario a 95 pesos. El principal subsidio que tiene la economía argentina es comprar dólares a 95 pesos, pero está la incertidumbre sobre el costo de reposición de sus insumos. Cuando hay incertidumbre sobre el costo de reposición de los insumos, la demanda tira. Al no haber competencia el precio se maneja.

—Hay una pregunta en la célebre “Conversación en La Catedral”, de Mario Vagas Llosa: “¿Cuándo se jodió el Perú?”. ¿Cuándo se jodió en el siglo XX la economía argentina? 

—La frontera agrícola argentina se frena en los 30, a principios del siglo pasado. A partir de ahí, la capacidad de generar dólares para financiar el crecimiento del resto de los sectores se agotó. El stop and go fue eso. El stop and go estuvo mechado con algunos procesos políticos como el peronismo. En dos años, en palabras de Pablo Gerchunoff, se consumió todo el ahorro que había generado la guerra. A partir de ahí entraste en sendero decreciente. 

—¿Se jodió antes de la llegada del peronismo?

—El peronismo es la consecuencia, porque estuvieron la guerra y los dólares que generó la Argentina coyunturalmente. La Argentina no tenía capacidad para generar un aumento en las exportaciones en un mundo bien distinto del actual. Había paridades fijas de los tipos de cambio. Era más cerrado. El principal producto de exportación de la Argentina, el agrícola, tenía rigidez en la oferta. A partir de mediados de los 90 hay un primer cambio estructural. La frontera agrícola rígida deja de ser rígida. Hoy la cosecha se multiplicó casi por cuatro. Pero hay nuevos sectores dinámicos. Se invirtió en términos de precios, pero también se invirtió en términos de volúmenes. Argentina no solo aumentó los precios, sino que aumentó la capacidad para producir lo que el mundo…

—Hubo muchas más hectáreas productivas que, a su vez, rendían mucho más.

—No solo las hectáreas. Argentina no tenía minería de vetas, ni las minas a cielo abierto, Vaca Muerta. Ahora está todo el sector asociado a la industria del conocimiento.

—¿A partir de los 90 se da una situación análoga de recursos humanos a la de fin del siglo XIX?

—Empieza después. Es un segundo proceso que se potencia en los 2000. Hoy hay un tercer proceso que se puede estar potenciando.

—¿Se jodió, pero se está recomponiendo?

—Hay capacidad de generar los dólares necesarios.

—¿Sos optimista en el mediano y largo plazo con Argentina? 

—No soy optimista en cuanto a nuestra capacidad de ordenarnos. Pero las posibilidades están.

—¿Cuándo se jodió la economía kirchnerista? 

—Diría que fines de 2006, principios de 2007. El kirchnerismo avanzó con la moratoria previsional, que duplicó la cantidad de jubilados. Existía el problema de una economía con una enorme informalidad, gente que se había caído del sistema y había que encontrar algún mecanismo. La forma en la que se estableció ese mecanismo terminó siendo muy costosa en términos fiscales. Puso un nivel de gasto público muy alto. El principal tropiezo vino con la posibilidad de buscar nuevas cajas para financiar ese mayor gasto. La primera fue la pelea con el campo en 2008. Después llegó la crisis internacional. La forma en la cual subsanaron fue la segunda caja, que fueron las AFJP. Después en 2010-2011 te dieron revancha. Hubo una nueva oportunidad. El mundo se estaba ordenando. Ahí es donde el kirchnerismo, que había perdido la elección en 2009, pone el pie en el acelerador. 2010-2011 marca ese proceso del salario que empieza a ser percibido como un costo. El salario sube dos años seguidos 30% por año. El dólar se mueve 4% un año, 6% el siguiente y las tarifas se mantuvieron congeladas. Moraleja: el salario en dólares subió 50% en dos años, rotundo éxito electoral en 2011 y a partir de ahí arrancó el cepo. Se generó la restricción externa. El nivel de importaciones por habitante en 2011 era 70% más alto que el del mejor año de la convertibilidad. A partir de ahí, el modelo colisionó. A partir de 2012, de nuevo la posibilidad era o una devaluación y tratabas de restablecer los precios o poner el cepo. Con cepo la economía se estancó, el salario se estancó. Se dejó de crecer, pero no se ajustó. El kirchnerismo se va sin ajustar la economía. El ajuste lo hace por las malas Macri a partir de 2018, cuando se corta el crédito en la economía.

—¿Y cuándo se jodió la economía de Macri? ¿Fue el 28 de diciembre de 2017? 

—Estaba todo muy mal seteado desde el arranque. Escribí una nota en PERFIL en abril de 2016 que se llamaba “La euforia de los mercados no suele ser duradera”. Miguel Bein la vio y me dijo: “¡Marina! ¡No hinches desde ahora! Esto es cierto, va a pasar, pero no ahora”. Era abril de 2016. Estaba Obama en Argentina. Se terminaba de cerrar con los holdouts. Era un momento de euforia. Hubo un problema de seteo, aunque la herencia no era fácil. Siempre tiendo a pensar que se pueden encontrar mecanismos para evitar las crisis. Tengo un amigo que me llama “estabilizator”, pero trato de pensar cómo evitar las crisis.

—¿Había un plan bomba, aunque sea teórico?

—Tenía la mitad del gasto público indexado. Si te iba bien desinflando la economía rápido, tenías un problema fiscal. Si tenías un problema fiscal, no ibas a desinflar rápido la economía. Además, metieron las tarifas.

—¿La herencia que recibió Alberto Fernández es mejor que la que recibió Mauricio Macri?

—Una cosa es la herencia en términos de lo que la gente visualiza y otra cosa es la herencia en términos del margen de acción de los macroeconomistas. Macri devuelve una economía ajustada, pero con un balance del Banco Central descapitalizado y mucha más deuda. Con menos pesos en la economía, pero casi sin reservas…

—¿Hubieras preferido ser ministra de Economía en 2016 o en 2020 sin pandemia? 

—En 2020 sin pandemia tenías más margen de acción. En 2016, el programa económico incluía un ajuste que ningún político querría hacer. En 2020, el grueso del ajuste macroeconómico estaba hecho. Hubiera sido muchísimo mejor reestructurar la deuda antes y no después. No se hubiera perdido la cantidad de dólares para poder financiar la elección. Una coalición de gobierno como la de Alberto Fernández en el arranque tenía margen para manejar la puja distributiva. Había más margen de acción en 2020 que antes, pero siempre la discusión ahí es entre el deber ser y lo que la política te termina avalando. Para estar en esos lugares tenés que estar dispuesto a decir lo que la política quiere escuchar.

“Martín Guzmán quiso escribir el libro de las reestructuraciones de deuda; pero se equivocó”

—Escribiste: “Haber avanzado en una renegociación de la deuda con privados sin enmarcarla en un acuerdo con el Fondo Monetario fue un grave error que explica que la deuda recién reestructurada rinda 20%”. ¿Martín Guzmán debería haber negociado las dos cosas juntas?

—Estoy convencida de que sí. Las reestructuraciones de deuda generalmente tienen un acuerdo con el fondo marco detrás. La Argentina hizo un experimento. Haber renegociado sin el Fondo Monetario como garantía de sustentabilidad. Los precios de los bonos te dicen que fue un error. Fue una estructuración muy agresiva, sin holdouts, donde la tasa de interés en el arranque fue del 11%; después se fue al 20, hoy está un poco más abajo por la suba en los precios de los bonos.

—¿Guzmán quería producir un cambio en las formas? ¿Hay un tema ideológico?

—Hubo un poco de eso. Hubo un intento de escribir el libro de las reestructuraciones. Fue un error. 

—Sería haber logrado algo que nadie logró antes.

—Lo logró. Pero no terminó funcionando. Logró la reestructuración con el Fondo dando el ejercicio de sustentabilidad, pero sin un acuerdo. Claramente falló. En la deuda de pesos, el Gobierno tenía una lógica de que la deuda no se defaultea y la deuda de dólares se reestructura. Fue muy agresivo con la de dólares y no hizo nada con la de pesos. Y siguen hablando de la construcción de la curva de pesos. Esa construcción de la curva de pesos tenía metida adentro tenedores de deuda, aparte de deuda intra sector público, compañías de seguros, fondos comunes de inversión, y parte eran fondos del exterior, Templeton y Pimco, que habían comprado bonos en pesos durante el gobierno de Macri, atrapados en esa deuda. Después del reperfilamiento de Hernán Lacunza en agosto de 2019, que patea los vencimientos para principios de 2020, febrero de 2020, valía 30 guitas. De un valor nominal de 100, valía 30. En ese momento podrías haber resuelto la deuda de pesos probablemente sin guita. Estirando los plazos. Pero se quiso reconstruir la curva. El intento de reconstruir la curva generó un aumento muy rápido en ese precio, pasó de 30 a 100. Los tenedores de esa deuda de golpe multiplicaron por 3.

“Pifiarla en el orden y en la secuencia de las políticas te puede llevar a caminos disruptivos”

—¿Cómo hubiera sido la economía de una eventual presidencia de Daniel Scioli con el asesoramiento de Miguel Bein? 

—La contrafáctica es muy difícil de hacer. Están los informes que escribíamos. Tratamos de entender hacia dónde va la cosa. Teníamos una propuesta de cómo se debería haber desarmado el cepo. Hablábamos en ese momento de lo que era la devaluación fiscal. Era bajar retenciones, subir reintegros y financiarlo con un aumento en las tarifas para recomponer las cuentas fiscales. La prioridad estaba en la consolidación fiscal. La salida del cepo sería con un tipo de cambio que quizás en el arranque se movía un poco pero coordinado; no una liberación total de los controles de capitales. Si se movían dólar y tarifas, tendría rebote inflacionario. La pregunta es qué se hubiera podido hacer en ese contexto. Tampoco sé si Miguel hubiera sido ministro.

—¿Es lo que hubieran hecho de haber podido?

—Las distorsiones eran muchas, grandes. Con la brecha cambiaria se podía poner a la economía en funcionamiento. Había que salir del default. Una serie de temas que finalmente fueron similares en el punteo a los temas que manejó Macri.

—¿El diagnóstico era el mismo, pero la terapia fue distinta?

—No sé si el mismo: era parecido sobre cuáles eran las trabas al crecimiento. No todos los caminos llevan a Roma. Pifiarla en el orden y en la secuencia de las políticas te puede llevar a caminos disruptivos. Fue un poco lo que pasó. Hubo una política tarifaria cuyo objetivo fue volver a los marcos regulatorios de los 90 con un barril de petróleo que valía 5 veces más caro y una enorme distorsión en el tema energético. En paralelo, había un objetivo de poner la inflación en un dígito muy rápido. La meta de inflación para el primer año fue del 25%. Hubo un sendero fiscal en el arranque que intentó abultar el número de partida. Pero arrancó con una política fiscal expansiva. Le dio AUH a los monotributistas, devolvió las percepciones al dólar ahorro, que en ese momento nadie las reclamaba. Además, tenías al ministro de Educación convalidando una paritaria del 40% para comenzar las clases en el arranque. La salida del cepo se hizo antes de que vencieran los contratos de futuros que había vendido el gobierno anterior, que generaban una monetización de la economía que después había que esterilizar. ¿Había que salir del cepo? Sí. ¿Había un problema fiscal? Sí. ¿Había un problema tarifario? Sí. ¿Había un problema del sector externo? Sí. ¿Había que resolverlo de esta forma? No. Ahí hubo graves errores.