La economista y directora de la consultora ECO Go, Marina Dal Poggetto, analizó los primeros lineamientos económicos del presidente electo, Javier Milei, y las implicaciones de su programa de estabilización y de construir gobernabilidad. “Hay que ver en qué medida los eslóganes de campaña pueden convertirse en una transformación de la realidad o esto termina en una situación más caótica de lo que estamos viendo”, consideró en esta entrevista. Los errores de “forzar el corto plazo” en las gestiones del Frente de Todos y Juntos por el Cambio.
‒¿Qué escenario estás viendo de acá hasta hasta el 10 de diciembre?
‒Estamos viendo un esquema de no cooperación en la transición, en que el ministro de Economía y candidato presidencial de Unión por la Patria, Sergio Massa, se corrió de alguna forma y puso un equipo para manejar esoque intenta básicamente mantener el status quo actual. Que el Banco Central vuelva a desdoblar el mercado cambiario, ya no 70 el oficial y 30 el financiero, sino 50 a 50. Está básicamente paralizado el acceso al mercado cambiario para pagar importaciones y está abierto el acceso de los importadores a comprar cobertura; y del otro lado están intentando empezar a a ponerle contenido y equipo a un programa que hasta ahora era de campaña. Faltan pocos días. El cepo es eficaz para sostener la demanda de pesos, no es eficiente. Los dólares financieros también están de alguna forma paralizados y contenidos con intervenciones, pero lo que estás empezando a ver es una movilización de los pesos. Empieza a haber un corrimiento de los pesos en búsqueda de la cobertura frente a la incertidumbre de lo que viene, cuando del otro lado empieza a haber también alguna moderación, algún reconocimiento de que las propuestas de campaña no son totalmente viables y el Teorema de Baglini empieza a aplicarse.
‒Mencionabas en alguna entrevista que Milei ya descartó salir de del cepo para evitar ir a una hiperinflación, que sería un escenario cantado en estas condiciones. ¿Cómo te imaginás ese comienzo de del nuevo gobierno, que no va a poder hacer todo lo que prometió en campaña, pero al mismo tiempo quiere ir rápido a un plan de estabilización?
‒Sí, en realidad él no dijo que no va a salir del cepo;dice que no puede salir del cepo si no resuelve dos problemas. Un problema es el déficit fiscal y el otro son las Leliqs. Él dice que eso les va a tomar tiempo y habla de tres meses, pero no va a poder mantenerse ese período con el status quo actual. Y eso implica un cambio en los precios relativos, que insisto, el gobierno actual va a intentar no hacer y probablemente lo tenga que hacer Milei en el arranque de su gobierno. Hay que ver cómo termina de conformar su gabinete económico, pero como decís hay que enmarcarlo en un plan de estabilización. Hasta una semana antes de la elección, ese plan era básicamente la dolarización. Hoy pareciera que esa idea está corrida y empieza a haber algunos otros componentes, pero es todavía muy tenues y con poca información sobre cómo sigue.
‒¿Cómo te imaginás esa relación entre el ajuste de shock, la visión que tiene Milei y sus propuestas de campaña hacen presumir, con la gobernabilidad que necesita y que es siempre el gran fantasma cuando asumen gobiernos con ideas como las de él?
‒Hay dos cosas que están mezcladas. Una era la radicalización de las de las propuestas de campaña: la dolarización, la motosierra y ese discurso de que la casta va a pagar el ajuste; y la otra es lala decisión de avanzar en un esquema de shock. La verdad es que la economía no tiene margen para gradualismo. La herencia que recibe es complicada. Faltan muchos dólares en el Banco Central. En el intento de Massa de ser candidato usó algo así como 36 mil millones de dólares, entre 18 mil millones de dólares de caída en las reservas desde que asume el Gobierno y otros 18 mil millones de dólares de aumento en la deuda comercial, que es básicamente deuda con importadores. Entonces, te faltan dólares en las reservas, tenés la deuda comercial, tenés deuda de las empresas multilaterales, te sobran pesos en la economía y los pesos que te sobran te crean pesos en forma endógena. O sea, los pesos fueron retirados de la economía a partir de los pasivos remunerados del Banco Central, que pagan una tasa de interés que se financia emitiendo pesos con la maquinita. Tenés una distorsión enorme de precios relativos, tenés un salario que está rezagado, jubilaciones que están muy rezagadas, tenés una inflación que corre al 12% por mes y tenés una brecha cambiaria del 160%. Hay un mercado cambiario que está literalmente paralizado y empresas que tienen una enorme incertidumbre sobre el costo de reposición. Es muy difícil trabajar en este contexto. Sin acceso al financiamiento, no hay margen para el gradualismo y requerís un esquema de shock. Hasta ahora yo venía diciendo que lo que requería era hacer un shock controlado, no un shock descontrolado. Es decir, no podía sacar los controles de capitales y suponer que el mercado equilibraba cuando no tenía reservas para intervenir ni crédito para recomponer las reservas, como tuviste en 2015. La novedad es que lo que estás viendo hoy es algún reconocimiento de que no hay margen para un shock descontrolado o coordinado por el mercado. La agenda de estabilización, que es mucho más que la dolarización, requiere además un esquema de reformas estructurales y ahí es una agenda un poco más amplia que lo que aparecía en campaña. La pregunta del millón es la gobernabilidad, entendida en tres dimensiones: la que no te prenda fuego la calle; la que te permita pasar por el Congreso las las leyes que requerís para estabilizar; y la tercera, y para mí la más importante, es cómo extender el horizonte de las decisiones en Argentina. Milei hasta ahora venía con un esquema refundacional. De hecho, en su discurso, él decía si me dan 35 años convierto a la Argentina en Alemania. La verdad que nadie te da 35 años en democracia y sobre todo en una como Argentina; tenés elecciones cada cuatro años y de medio término cada dos. Y en cada año electoral arrancan en marzo y terminan en diciembre, o sea, uno de cada dos años es electoral de principio a fin. Esas son las reglas del juego. La pregunta es si Milei, que hoy empieza a moderarse y a probar el traje de presidente, logra construir una alianza lo suficientemente potente como para poder trabajar en tres vértices: la estabilización, las reformas y la gobernabilidad. Hasta ahora había serias dudas respecto a la capacidad de que pueda avanzar en esta dirección. Pongámosle un signo de pregunta porque es un gobierno que recién arranca, y por el bien de todos esperemos que lo pueda hacer, para lo cual va a tener que moderar buena parte de sus pretensiones.
‒Vos decías que la única estabilización que funcionó en Argentina desde 1952 fue la del 1991 con el plan de convertibilidad y las reformas estructurales adaptadas a un clima de época. Hoy, cuando piensan en Milei, muchos preguntan de dónde va a sacar esa gobernabilidad. Te escuché alguna vez que decías que se la puede comprar a Massa, por ejemplo. No sé qué distancia queda entre ambos después del 10 de diciembre. ¿De dónde puede salir esa gobernabilidad que Milei necesita comprar, más allá de que va a tener un apoyo de Mauricio Macri seguramente, y de actores del poder y de una parte de la coalición de Juntos por el Cambio?
‒Mi sensación es que Massa queda como desarticulado después de la derrota electoral. Él reconoce que se retira de la política. Hay que ver qué es lo que pasa. Pero necesariamente tenés que armar acuerdos. Juntos por el Cambio le va a dar parte de esa gobernabilidad. Tenemos que ver cómo se termina de conformar el gabinete. Parece que hay más ruido en la conformación del gabinete que cooperación, por ahora, pero todavía nos falta mucha información. La gobernabilidad es más que conseguir las mayorías en el Congreso y eso requiere estirar el horizonte. O sea, vos extendés ese horizonte cuando las decisiones empiezan a ser duraderas. Todavía estamos discutiendo cómo sobrevivís al cambio en los precios relativos y cómo sobrevivís a la consolidación fiscal, que son dos condiciones necesarias para que la estabilización funcione. La convertibilidad, vos lo dijiste antes, fue el único esquema que funcionó en gran medida porque estuvo acompañada de reformas estructurales. La verdad es que la convertibilidad tuvo un vicio de origen que fue el ancla cambiaria, que fue muy buena en el arranque para estabilizar y fue mucho más rápida de la que adoptaron países vecinos que evitaron eso y buscaron otro tipo de anclas, como Perú, pero fue un lastre cuando el mundo dejó de acompañar y el tipo de cambio fijo te llevó puesto cuando el resto de los países vecinos devaluaba, sobre todo Brasil en el ’99.
La convertibilidad tuvo una época particular con el consenso de Washington, el mundo era unipolar, se había caído el muro de Berlín y además las economías latinoamericanas habían avanzado en la consolidación de las deudas de los petrodólares que se habían tomado en los ’70 y los ’80. En Argentina, la del gobierno militar. Esa consolidación de deuda enmarcada en el Plan Brady te abrió un juego distinto que funcionó muy bien cuando el mundo era de dólar débil y y tasa de interés baja; y funcionó muy mal cuando el mundo era de dólar fortalecido y tasa de interés alta. En el caso de Argentina, terminaste en el default de la deuda y el corralito.
Hoy debería ser un esquema distinto. Parecía que no estábamos aprendiendo del pasado cuando la estrategia parecía ser la dolarización. Fue una estrategia exitosísima de campaña, pero hay que ver cómo termina mutando en el programa que viene y sobre todo cómo Milei arma la gobernabilidad cuando tenga que cambiar radicalmente lo que dijo. Parecido al ex presidente Carlos Menem, que arrancó con la revolución productiva y el salariazo, y terminó con que “”si les decía lo que iba a hacer no lo iban a votar“. Acá arrancaste con la casta y la dolarización, y veremos cómo termina de conformar este las alianzas. La gobernabilidad no es gratuita. Es difícil pensar en gobernabilidad con negociación con los gobernadores, con los intendentes y demás, a quienes les cortás las transferencias discrecionales y la obra pública de arranque. En el fondo, él necesita una estrategia de avanzar con reformas estructurales que apuntalen la productividad de la economía argentina y eso requiere la consistencia fiscal, pero partiendo de un partido nuevo con una baja participación en el Congreso. O sea, va a requerir un manejo de la política que veremos cómo lo termina haciendo. Por lo pronto parece ser mejor político de lo que parecía originalmente. En el armado inicial parece que se empieza a mover más fluidez que cuando tenía ese discurso acartonado y repetía siempre los mismos conceptos. De nuevo, falta mucho.
‒En eso está cerca Macri y Patricia Bullrich. No es Milei solo desde el pasado 22 de octubre, más allá de que es obviamente es el presidente electo, que recibió más de 14 millones de votos, pero se armó otro tipo de alianza, que seguramente lo beneficia de cara a la gobernabilidad.
‒Sí, se armó otro tipo de alianza, pero hay que ver. Parecía que el ministro de Justicia lo iba a poner Macri y Milei lo puso antes. Veremos cómo se termina dando la definición del ministro de Economía, en el que hay algunos vetos de Macri y algunas figuras. Hay que ver qué tan agresivo finalmente es Milei en generar algunos cambios en el comportamiento de Argentina, y más allá de los modos, yo no me sentía cómoda con su figura, pero convengamos que buena parte de la lógica del descontento social que termina votando ese discurso tiene justificativos válidos. Hubo un cambio discursivo radical parecido al que tuviste los en la previa al menemismo, cuando la evangelización en ese momento la llevó adelante el periodista Bernardo Neustadt, que le hablaba a doña Rosa sobre la falta de teléfonos, gas y luz, y que había una posibilidad de vida distinta. Mi sensación es que Milei llevó un discurso parecido de que no pasas de un lugar al otro de la noche a la mañana sin costos. Bueno, ¿cómo se distribuyen esos costos? Y es lo que finalmente no termina de quedar claro.
‒Milei es el evangelizador y el que canaliza los votos al mismo tiempo. Es dos en uno. Es el gran propagandista de las ideas que ahora llegaron al poder y el encargado de ejecutar las ideas, ¿no?
‒Sí. Hasta ahora, el esquema funcionó de nuevo. En gran medida funcionó porque fue parte de la estrategia de los dos espacios que lo usaban a Milei porque le robaba votos al otro. O sea, en parte funcionó porque fue parte de una estrategia, y ahora quedará ver en qué medida los eslóganes de campaña pueden transformarse en una realidad o esto termina en una situación más caótica de la que estamos viendo. La pelota va pasando de uno al otro, y los problemas terminan sin resolverse. O sea, el kirchnerismo tuvo una oportunidad única de construir algo distinto en los primeros años de este siglo, con precios internacionales muy altos; una herencia que venía de una crisis terminal pero que te había dejado con superávit gemelos; baja inercia inflacionaria; una productividad de la economía relativamente alta; y con precios no demasiado desalineados. Tenías margen para armar algo distinto y la lógica de forzar sistemáticamente el corto plazo te llevó a la primera herencia que fue la de Cristina Fernández de Kirchner a Macri, que venías de cuatro años con cepo para intentar sostener la demanda de peso. Habías perdido el superávit fiscal, el superávit externo, la inflación estaba en la zona del 25% y la distorsión de precios relativos era parecida a la que tenés hoy. Macri intenta manejar esa herencia y patea las soluciones para adelante. El gradualismo en 2016 no estaba mal, lo que estaba mal era la inconsistencia entre la política monetaria, la política fiscal y la política de ingresos.
‒Ahora vuelven muchos de los protagonistas de esa experiencia del macrismo, como Federico Sturzenegger y Luis Caputo. Milei incorpora gente propia. No sé si hay un aprendizaje de esa experiencia.
‒El diagnóstico está mal. El error en 2016 no fue el gradualismo, fue la inconsistencia. Y después, en 2018 y 2019, cuando se corta el crédito a una macro inconsistente, intentaste seguir forzando hacia adelante. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) no se usó para estabilizar, se usó para intentar ganar la elección. Y después el gobierno de Alberto Fernández tampoco terminó de estabilizar. Vino pandemia al principio, dilató enormemente la negociación de la deuda, manejó erróneamente la deuda de pesos, y después pateó el acuerdo con el FMI hasta 2022. O sea, forzó la elección en 2021, trazó el tipo de cambio, trazó las tarifas. O sea, recibió una macroeconomía que a los ponchazos había ajustado. En 2019, la economía estaba de alguna forma ajustada, habían caído el nivel de actividad e importaciones, había recuperado el superávit de las cuentas externas y tenías equilibrio fiscal, aunque no se sostenía porque estaba basado fundamentalmente en una licuación que no se sostenía si no cambiaba las reglas del juego. Pero volviste a atrasar los precios y volviste a tener una herencia parecida a la de 2015, pero con un deterioro muchísimo mayor en términos de hoja de balance del Banco Central es parecida, pero en ese momento los pesos que te sobraban no creaban endógenamente pesos. El cuasifiscal era mucho más chico en ese momento. Tu riesgo país era 600 puntos básicos, hoy es de 2400 puntos básicos. En ese momento, la inflación corría el 1,5% mensual, hoy corre al 12% mensual. La distorsión de precios relativos era parecida a la de hoy, pero los ingresos, los salarios y las jubilaciones estaban mucho más arriba. La brecha cambiaria era del 40%; y la de hoy es del 160%. O sea, de nuevo, por forzar el corto plazo volviste a generar una herencia que es cada vez más complicada. O sea, en algún momento alguien tiene que arrancar y el que venga tiene que continuar. En democracia, la alternancia es la norma. Eso es lo que a mí me me hace ruido. O sea, no es refundacional. Y fundamentalmente no podés romper sistemáticamente los contratos del anterior. Yo pongo el ejemplo del ex ministro de Economía, Martín Guzmán. Cuando llegó dijo que los pesos se pagan, los dólares se reestructuran, aunque los pesos valían 30 guitas, estaban fuera de los balances de los bancos y de los fondos comunes de inversión, porque venían de haber sido reestructurados en el final del gobierno de Macri y dos tercios estaban en manos de fondos de no residentes Pimco y Templeton, que lo único que querían era rajar de Argentina y coordinaron la suba en la brecha, y la deuda de dólares tenía una tasa de interés de un cupón del 7%. Fuiste a una reestructuración agresiva que terminó rompiendo el mercado de deuda. Antes de la elección de octubre, lo tenías a Milei diciéndote que los pesos son excremento, los dólares se pagan. Bueno, hoy ya no te habla de que los pesos son excremento, hoy te dice los contratos se respetan. De nuevo, los contratos se respetan siempre y cuando puedas respetarlos. La voluntad de respetar está. El punto es cómo enmarcas un programa de estabilización que te permita empezar y que el que venga continúe, y eso es la construcción de un país. Es lo que hasta ahora parece que no logramos desde la vuelta a la democracia para acá.
‒El Frente de Todos también deja pasar una oportunidad importante después de cuatro años del gobierno de Macri. ¿Pensás que forzar el corto plazo fue el error garrafal de esa fuerza o que no discutió un programa como alguna vez dijo la Vicepresidenta?
‒La verdad que no es una pregunta que tenga que contestar yo. En el arranque hubo errores groseros en las decisiones de política económica, sobre todo con el tema de la deuda, y esas eran más ideológicas que pragmáticas. O sea, no hubo pragmatismo. Se negoció la deuda sin un acuerdo con el Fondo, cuando empezaba a traer vencimientos a fines de 2021 y se pateó el acuerdo hasta después de la elección de ese año. Se usó el ancla cambiaria y tarifaria para intentar ganar la elección cuando la inflación ya no corría el 25% cordial 50%, y después en 2022, cuando buscaban acordar con el Fondo, intentaron hacerle pagar los costos del acuerdo al gobierno de Macri. No hubo nunca un intento de reconstrucción, sino hubo un intento de explicar que la culpa era del otro y así sucesivamente.
Tuvimos una discusión sobre la deuda en la que sistemáticamente ambos espacios (Juntos por el Cambio y el Frente de Todos) decían que el otro se endeudó más, lo cual en conjunto es imposible. No dejaron macana por hacer durante este gobierno y después, cuando finalmente termina de explotar la deuda de pesos en junio de 2022 y tenés el cambio, Massa tenía una oportunidad en agosto de ese año en intentar avanzar con un programa de estabilización que tiene costos de arranque, como siempre. El problema es que no asumir los costos en el momento termina aumentando los costos más tarde, y fue un poco lo que pasó. Intentaron forzar de nuevo el corto plazo para llegar a la elección sin las correcciones de origen, que regeneraba el excedente de pesos y deja vaciado el Banco central.
Con la brecha cambiaria arriba del 100%, el Banco Central solo no acumuló dólares, sino que usó lo que te decía al principio: son 36 mil millones de dólares desde que llegó Massa para intentar ganar la elección. Macri usó 44 mil millones de dólares del FMI para forzar la elección y Massa usó 36 mil millones de dólares para tratar de forzar la elección, 18 mil millones de dólares de las reservas y 18 mil millones de dólares de financiamiento comercial. Si cada elección en Argentina cuesta 40 mil millones de dólares, la verdad que estamos en un problema. En algún punto tenés que empezar. La pregunta es quién empieza. Y deberías empezar de arranque. Ojalá que se pueda empezar algo y que vaya bien. No podés estar sistemáticamente esperando que al que está le vaya mal y la alternancia será la norma. Juntos por el Cambio erró de entrada y después, en 2018, el programa con el FMI fue electoral y con el Frente de Todos lo mismo. O sea, el programa fue electoral en 2021 y volvió a ser electoral en 2023. Si uno de cada dos años, ponés toda la carne en el asador para intentar llegar, no importa cuáles son los costos que estás asumiendo, no hay ninguna forma. O armás un acuerdo político para intentar extender el horizonte o tendrás que generar alguna discusión sobre el esquema electoral. No puede estar uno de cada dos años votando de marzo a diciembre.
Entrevista realizada por Diego Genoud en su programa Fuera de Tiempo (Radio Con Vos).