Si bien no es un programa de estabilización tradicional y no incluye reformas estructurales, lo que exigen no es trivial y condiciona la política económica.
El dato récord de inflación de Estados Unidos del jueves (7,5% interanual) volvió a generar ruido en los mercados frente a la expectativa de que la FED mueva más agresivamente de lo que venía anunciando, y llevó la tasa de 10 años a 2%. A contramano, la soja siguió batiendo niveles récord, llegando a cotizar u$s600, para luego cerrar con una leve baja.
Esto es casi u$s100 más que a fines de 2021, replicando el comportamiento del año pasado aunque por motivos distintos; el impulso hoy convive con la expectativa de menor liquidez global y está más asociado al devenir del riesgo de conflicto en Ucrania y a la sequía en el cono sur. Convive además con datos de cosecha local que van a estar afectados por la sequía. Con los datos a hoy (futuros de soja y última proyección de la Bolsa de Cereales), las exportaciones agrícolas caerían u$s3.000 millones respecto a 2021.
Frente a esta volatilidad, la idiosincrasia argentina va por su lado. El ruido político que generó la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque del FdT en la Cámara de Diputados dos lunes atrás, empezó a disiparse. Por un lado, los 29 diputados que responden al Kirchnerismo más duro, empezaron a hablar de no votar el proyecto “no porque estuvieran en contra, sino para plantear las disidencias”, pero no bloquearlo.
En simultáneo, JxC que en mensajes descoordinados empezó amenazando que “no iba a dar quorum si Máximo no lo hacía”, empieza también con un discurso más conciliador respecto a la necesidad de evitar entrar en default. Tras estos movimientos, las preguntas ya no son si el entendimiento se va a traducir en un acuerdo en los tiempos requeridos para evitar entrar en atrasos con el FMI, sino cuándo va a ser el primer incumplimiento del programa.
Acuerdo con el FMI: condicionará la política económica
De momento no se conoce la letra chica del entendimiento. Si bien no es un programa de estabilización tradicional y no incluye reformas estructurales, lo que exigen no es trivial y condiciona la política económica y la “política política” en los dos años que faltan para la elección de 2023.
Acota el financiamiento monetario, obliga a acelerar el ritmo de devaluación (sin salto discreto), obliga a una tasa de interés más alta y obliga a una meta de acumulación de reservas que con una menor oferta de dólares implica menos pagos de importaciones.
“Si bien no es un programa de estabilización tradicional, lo que exigen no es trivial y condiciona la política económica y la “política política” en los dos años que faltan para la elección de 2023″
A nuestro entender, el programa cierra con más inflación que el 50,9% de 2021 y con un crecimiento magro. ¿Cuán magro? Dependerá del impacto efectivo de la caída en la cosecha con incidencia directa en el 2do trimestre del año, cuando el agro pesa 20% del PIB; e indirecta, en función de la disponibilidad de dólares para financiar importaciones.
Un Banco Central sin dólares
El entendimiento llega cuando el BCRA literalmente se quedó sin reservas y el Tesoro se enfrenta a una montaña de vencimientos de pesos en el trimestre marzo-mayo ($1,7 billones).
En la última semana el BCRA tuvo intervenciones neutras en el mercado cambiario. Luce que sin reservas,los pagos de importaciones van a estar directamente relacionados por los cobros de exportaciones, al menos hasta que salga la nueva cosecha (demorada por la sequía y las decisiones de ir a soja y maíz de segunda) y/o tras el acuerdo con el FMI ingresen a las reservas la devolución de los u$s4.500 millones pagados hasta ahora por los vencimientos de capital.
Tras estos movimientos, la brecha siguió cayendo con cuentagotas. Por la caída del dólar marginal, y por la aceleración del ritmo de devaluación del BCRA que en febrero luce corre a un ritmo de 2,7% mensual, frente al 2,2% de enero, y al 1% mensual que rigió entre marzo y noviembre 2021. Las expectativas de devaluación también se corrieron hacia abajo frente al anuncio del gobierno y la no refutación del FMI de que el acuerdo no incluye un salto discreto en el dólar sino una aceleración del crawling peg. En tanto, las tasas implícitas en Rofex volvieron a contraerse.
Negociar los detalles del ajuste no será fácil
Creemos que, si el entendimiento se transforma en acuerdo en los tiempos requeridos para evitar entrar en atrasos, esta dinámica puede continuar al menos unos meses, sobre todo si el BCRA empieza a recomponer reservas netas. Por lo pronto, en el entendimiento no hay ningún número sobre la nominalidad esperada. Sabemos que va a ser mayor al 33% del Presupuesto, y probablemente en línea con el 40% que el gobierno dejó trascender esta semana va a intentar usar como base para la negociación de las paritarias.
“Las preguntas ya no son si el entendimiento se va a traducir en un acuerdo en los tiempos requeridos para evitar entrar en atrasos con el FMI, sino cuándo va a ser el primer incumplimiento del programa”
Todavía falta transformar el entendimiento en un acuerdo con el staff, que el Congreso lo apruebe y sea elevado al Board del organismo para su aprobación antes del 22 de marzo. Negociar los detalles del ajuste no va a ser fácil, aunque lo más probable es que el apoyo en el Congreso esté, y la oposición interna no lo descarrile.
La implementación va a ser muy difícil; va a ser necesario tomar medidas impopulares, y ahí se verá si el gobierno, que claramente tiene miedo a un default con el FMI, está dispuesto a pagar los costos políticos necesarios.
Por lo pronto, la segunda parte de la pelea entre Guzman y Basualdo para definir la recomposición y segmentación de las facturas de Gas, no luce la más auspiciosa.