Shock controlado

El miércoles se oficializó la primera parte del programa del nuevo gobierno, que podríamos caracterizar como “evitando la hiper”. El programa tiene dos patas, una cambiaria/monetaria y una fiscal. Si bien el paquete de medidas va en el sentido correcto (reducción del déficit, inicio de la normalización del sistema cambiario y ¿reformas estructurales?), aún restan definiciones claves que garanticen que el plan no es más que un conjunto de medidas voluntaristas.

En línea con lo que viene planteando el nuevo gobierno desde su asunción, el plan parece seguir siendo un fuerte shock fiscal, seguido por una “solución al over-hang de pesos” (por la deuda comercial pero ya nada sobre las LELIQS) y postergando la salida del cepo cambiario. A esta lógica tripartita, parece ahora sumarse otra de etapas. La primera es evitar la hiperinflación, la segunda será afianzar estas reformas y la última garantizarse un cambio profundo de la estructura económica argentina. El desafío es lograr no quedar atrapado en la lucha de poderes y perpetuar el status quo de manera permanente.

El programa habría sido avalado por el FMI, el cual publicó un comunicado apoyando las medidas anunciadas por el nuevo gobierno alegando que están dirigidas a mejorar significativamente las finanzas públicas, contribuyendo a la estabilización de la economía. Como nuevo intermediario aparece la CAF, que según trascendió, podría otorgar fondos para el pago de capital por alrededor de USD920 millones correspondientes al próximo vencimiento del Programa de Facilidades Extendidas a modo de “puente”, depositando un monto equivalente de fondos de su tesorería en el BCRA.

Las principales consecuencias de las medidas serán una aceleración de la inflación (¿un trimestre con subas de precios en torno al 20% mensual?), caída de la actividad (contracción interanual en torno a 8% i.a.) y del empleo en el corto plazo a costa de la mejora del balance del BCRA y de las empresas agrícolas (no de las empresas exportadoras, respecto al status quo inicial). Si se logran controlar las dinámicas inflacionarias, se podrá salir de la recesión y volver a un ciclo expansivo con las correcciones cambiarias, monetarias y fiscales realizadas.

En el corto plazo el ancla del nuevo programa va a ser cambiaria. En algún momento (más temprano que tarde), se deberá mutar a un programa monetario que incluya un programa fiscal (que no esté sólo basado en impuestos extraordinarios en un nuevo blanqueo y/o en una megalicuación de las jubilaciones exagerada que no se sostiene si no se cambia la indexación) y un programa financiero (que no puede estar basado sólo en recircular hacia el Tesoro los pesos acorralados sin perpetuar el perverso status quo del cepo).

El esquema de reformas que apuntale la competitividad sistémica y la consolidación fiscal y, el esquema de gobernabilidad detrás, son las dos patas que hacen falta para que el programa funcione. Frente a los desatinos de la herencia, el esquema que se plantearía luce mucho más sensato que el discurso de campaña. Sin embargo, como se coordinen las tres patas del triángulo -la estabilización, las reformas y la gobernabilidad-, no es trivial.