Ni desacato, ni rendición… negociación

La caída en el precio de la soja está complicando aún más el escenario de escasez de dólares y consecuentemente los intentos por sostener el elevado nivel de actividad -y de importaciones- que, a pesar de la caída de los últimos meses, aún mantiene la economía Argentina. La presión cambiaria que hoy vemos es en gran medida la contracara de esta situación. Circunstancia que en el corto plazo y en un mundo de tasas de interés extraordinariamente bajas puede ser manejada apelando al crédito internacional, camino hoy trabado por la suspensión de las negociaciones del fallo del Juez Griesa en tanto la espada de Damocles de la claúsula RUFO ha puesto en riesgo transitoriamente las reestructuraciones de la deuda 2005 y 2010.

Dicho de otro modo, la llave para salir en el corto plazo de la encrucijada que le genera a la economía argentina la restricción externa, no es ni el Desacato eterno, ni la Rendición incondicional; el camino es una salida negociada del fallo en enero próximo una vez expirada la cláusula RUFO. Cuanto más rápida y efectiva la negociación, mayor la capacidad para evitar un ajuste más brusco del nivel de actividad y sus daños colaterales sobre la población en términos de empleo e ingresos.

Los bajos niveles de deuda en el mercado de los que parte el país luego de haber cancelado desde 2010, US$32.000 millones de vencimientos de capital e intereses con Reservas del BCRA, le dan margen al Gobierno para usar transitoriamente el crédito a fin de estabilizar la coyuntura macroeconómica financiando simultáneamente la negociación por el fallo, por demás injusto, a favor de los Buitres.

Evidentemente, el camino al desarrollo, requiere decisiones más audaces de la política para recrear las condiciones necesarias a fin de impulsar la inversión, sobre todo en sectores generadores de divisas que son los que en definitiva nos van a permitir a futuro sostener niveles de consumo crecientes, evitando apelar únicamente y trágicamente al endeudamiento como en los 90´s. Estrategia que demostró ser insostenible cada vez que las condiciones de liquidez internacional empeoraron abruptamente (en 1994 la suba de 3 p.p. en la tasa de la Fed derivó en el efecto Tequila y una crisis bancaria de proporciones en el país).

Mejorar las condiciones para la inversión en estos sectores, no sólo requiere revisar la estrategia de precios relativos que no es sostenible ni en términos de financiamiento fiscal (con una carga de casi 5 p.p. del PIB de las transferencias a empresas fundamentalmente para congelar tarifas), ni en términos de restricción externa, con un resultado de divisas energético que pasó de un superávit de US$6.000 millones en 2006 a un déficit de similar proyectado para 2014, a pesar de la actual recesión. Y también requiere revisar la carga impositiva a las economías regionales y las limitaciones a las exportaciones. Desde 2003 y por primera vez en décadas (desde 1930), el mundo demanda crecientemente lo que Argentina sabe producir (desde ajo y cebolla hasta minerales y software) y están dadas las tecnologías de punta y los recursos productivos para poder avanzar exitosamente. Y adicionalmente están dadas las condiciones para que los sectores público y privado puedan iniciar, con crédito a largo plazo, una agenda agresiva de inversión en bienes de capital e infraestructura que nos transporte del crecimiento con empleo al desarrollo económico con empleo de alta productividad y salarios altos.