Pandemia: estrategias para hacer frente al “shock de oferta”

“El Gobierno lamenta haberse visto obligado a ejercer enérgicamente lo que considera que es su deber y su derecho, proteger a la población por todos los medios de los que dispone en esta crisis por la que estamos pasando, cuando parece comprobarse algo semejante a un brote epidémico (…) y desearía contar con el civismo y la colaboración de todos los ciudadanos para limitar la propagación del contagio”

Si bien sorprende por su actualidad en un mundo que encontró en el “distanciamiento social” la única forma para intentar moderar el ritmo de propagación del coronavirus a fin de limitar el dantesco colapso sobre los sistemas de salud cuyo relato nos llega de Italia, no lo es. La misma fue extraída de la novela de José Saramago, Ensayo sobre la Ceguera.

En ella se relata la propagación de la epidemia desde que el primer personaje pierde repentinamente la vista mientras estaba estacionado en un semáforo, las reacciones de la política con los costos políticos y económicos asociados y las propias miserias de parte de la sociedad a medida que escala la epidemia intentando salvarse en forma individual, provocando entre otras cosas, desabastecimiento y hasta una crisis bancaria.

El complejo engranaje de la economía en un mundo interconectado con mercados financieros globales que habían escalado máximos a partir de un apalancamiento creciente fomentado en las tasas bajas de interés de las que los bancos centrales del mundo desarrollado no habían podido salir desde la crisis de 2008, se enfrenta ahora a un violento shock de oferta generado por las medidas que deben tomar los países para limitar la propagación del virus.

Shock de oferta que arrancó en enero cuando fue China quien empezó a tomar medidas de aislamiento poniendo a ciudades enteras en cuarentena y rompiendo el abastecimiento de muchas cadenas globales de valor. Pero que hoy se extiende a una velocidad sin precedentes con países enteros como Italia y parte de España en cuarentena, y un mundo que cierra fronteras, frena vuelos, manda a casa a turistas extranjeros, cancela clases, recitales, parques, teatros, cines y recomienda fervientemente a la población no salir de sus casas.

El shock de oferta alcanza también a la falta de insumos que genera el cierre de la producción durante las cuarentenas en las cadenas globales de valor generando en el corto plazo una enorme paradoja: Sobra mercado y faltan productos de consumo no durable frente a una disparada en la demanda que vacía góndolas, situación que llevó a China a bajar en forma unilateral los derechos de importación.

La reacción de los mercados fue escalando a medida que se iba conociendo la propagación de la pandemia y cuantificando los costos económicos asociados a las medidas que se fueron tomando para contenerla. La caída acumulada en la bolsa americana acumula 25% desde mediados de febrero, con una volatilidad que escaló a niveles que no habían sido vistos desde la crisis de 2008/2009. A esto se suma un desplome a la mitad de los precios del petróleo como contracara de la caída en el consumo de energía asociado a estas medidas a lo que se sumó la falta de acuerdo entre Rusia y Arabia Saudita para cerrar el grifo y la decisión de esta última de inundar el mercado para compensar vía cantidades el impacto fiscal de la caída en los precios.

La reacción de la política global para contener los costos económicos también ha sido impensada. Por un lado, Bancos Centrales bajando agresivamente la tasa de interés (en dos movimientos fuera de calendario la Reserva Federal la bajó a cero desde el 2,5% previo), inyectando de enormes volúmenes de liquidez en el mercado de repo para limitar el desarme de posiciones financieras apalancadas y anunciando un nuevo programa de expansión cuantitativa coordinado con los bancos centrales de Europa y Japón. Por otro. Gobiernos avisando bajas impositivas en USA, compensaciones económicas para sostener los ingresos de la población en varios países europeos y líneas de liquidez ilimitadas para sostener a las empresas en la zona euro por parte del Bundesbank entre otras.

La inyección monetaria y fiscal en el mundo desarrollado es inédita, y seguramente va a traer, una vez que esta historia termine, cambios abruptos en los engranajes del mundo. Pero mientras el avance de la pandemia continúa, no alcanza para evitar que la economía global entre en recesión. Recesión cuya magnitud dependerá de en qué medida, las decisiones de “distanciamiento social” hagan que la curva de contagios llegue a un tope como ocurrió en China y en Corea del Sur, y empiece a caer.

En Argentina, la política reacciona siguiendo en forma progresiva las recomendaciones de cierre de las fronteras y distanciamiento social que provienen del mundo desarrollado. Pero a diferencia de lo que ocurre en estos países, la capacidad para usar en forma contracíclica la política fiscal y monetaria sin efectos colaterales sobre la dinámica inflacionaria en un contexto de desplome de la demanda de pesos aún con cepo, es limitada. Y la estructura propia de la economía con un 35% de empleo informal complica aún más estas decisiones.

La demora en la negociación de la deuda dejó a la Argentina caminando en una cornisa que se achica. Seguir descapitalizando al BCRA pagando con reservas y con emisión de pesos los vencimientos frente a una negociación que se alarga y en un contexto donde las demandas fiscales lógicamente aumentan, tiene un riesgo muy alto. Sobre todo, si la amenaza del default detrás de una oferta agresiva es cierta, en un contexto donde la disparada en el riesgo país genera una caída en el precio de la oferta y posiblemente un cambio de manos de la deuda a fondos distress que prefieran litigar a acordar trabando las mayorías que se requieren.