Pensar el Fantasma

Es una situación familiar: en algún lugar del mundo hay una crisis que eventualmente llega a estas costas. Esta vez comenzó en Estados Unidos y por temas hipotecarios. ¿Qué puede pasar en la Argentina? Dos puntos de vista de especialistas.Ni calvo ni con dos pelucas

En la historia económica moderna, las crisis importantes siempre son crisis de crédito que afectan los sistemas financieros y/o la solvencia de la deuda pública. Es el caso de México a fines de 1994, de las crisis de los países asiáticos, sin problemas fiscales a la vista, o el de Rusia en agosto de 1998, basada en un desajuste fiscal, de default de la deuda pública, o el caso de Argentina 2001, con ambas a la vez. La situación que hoy viven las finanzas internacionales ha generado una reacción de temor en los mercados, también a partir de la visualización de un riesgo crediticio, que es aquel que tiene que ver con el aumento en la incobrabilidad de algunos tipos de créditos hipotecarios, denominados subprime, que son equivalentes a los créditos caros de las financieras, o segundas hipotecas.

Este riesgo se generó básicamente a partir de junio de 2006, mes en el que el mercado de viviendas de Estados Unidos –que había crecido fuertemente en volumen y precio durante los siete años anteriores– frenó su marcha y los precios de las propiedades iniciaron un descenso que hoy alcanza al 5 por ciento. Un menor valor de las propiedades constituidas en garantías de los créditos, claramente resta valor a esos créditos, que por eso empiezan a exigir una tasa de interés más alta. La presunción, fundada o no, de que lo que se ha visto es sólo la punta del iceberg ha llevado en los últimos meses a una mayor cautela que abarca a todos los créditos del mundo, incluidas las deudas que se emiten a través de bonos de empresas y de aquellos estados visualizados como más riesgosos.

Personalmente me inclino a creer que por ahora estamos en presencia de un fenómeno limitado. Al igual que en otras mecánicas de crisis anteriores, se produce un refugio del dinero en los activos menos riesgosos, típicamente en los bonos del tesoro de los países del G-7 (Estados Unidos, Europa, Japón). Esto le quita combustible al financiamiento de economías de las llamadas emergentes, como Argentina, Brasil, Venezuela o México. Provocando –y esto no es más que otra forma de decir lo anterior– un aumento en el costo de su financiamiento. Así, Brasil, que hace dos meses pagaba por sus bonos 5,5 por ciento, hoy debe pagar 6,5, lo mismo que México. Argentina, por su parte, con condimentos propios que tienen que ver con señales internas de la política económica –entre otras, un superávit fiscal que disminuyó sensiblemente el último año y los episodios vinculados a la medición de la inflación–, ha visto aumentado su costo de financiamiento prácticamente en 1,5 punto porcentual. Un bono colocado por el Gobierno dos meses atrás al 8,44 por ciento anual, a diez años y en dólares (Bonar 2017), hoy presenta un rendimiento superior al 10 por ciento.

Se trata de un fenómeno que obviamente no va a voltear la marcha de la economía argentina, pero que indudablemente va a impactarla. La suspensión de emisiones de deuda programadas por empresas argentinas para ampliar su capacidad de producción –el caso más conocido es el de Arcor– conlleva como mínimo un costo de retraso en la ejecución de planes de ampliación de la capacidad productiva. El fondeo de bancos argentinos en el exterior a tasas más altas repercutirá también en un aumento de las mismas para los créditos a mediano plazo, sobre todo a las pymes. De modo que, como dice graciosamente un amigo mío al evaluar la situación, ni pelado ni con dos pelucas: está claro que los sólidos fundamentos macroeconómicos de la Argentina de hoy, con una fuerte posición de reservas internacionales, superávit externo mayor a los 10.000 millones de dólares, cuentas fiscales que aunque se deterioran todavía conservan un superávit razonable, son una buena armadura para enfrentar los embates financieros. Especialmente, en nuestro caso, dada la baja conexión que hoy exhibe la Argentina respecto de los mercados internacionales de capitales comparados con algunos de nuestros vecinos latinoamericanos. Sin embargo, resulta claro que habrá algunos costos.

Finalmente, cabe un recordatorio básico para quienes pilotean la política y la economía argentina: condiciones cambiantes en la pista obligan a extremar los cuidados en el manejo. Nadie muere de un resfrío si recuerda usar distinta ropa en invierno que en verano.

* Economista.