Nueve de cada diez preguntas que recibimos los economistas en los últimos tiempos tienen que ver con el dólar. Y es que a pesar del rotundo triunfo en las elecciones primarias de agosto que despejó el panorama electoral para octubre, no se disipó la incertidumbre respecto al plan de gobierno de la próxima gestión. Aún cuando el margen de maniobra de la política económica sigue siendo elevado, la capacidad para seguir manejando las variables sin restricciones como hasta ahora se disipó en un contexto donde la oferta de dólares generado por la cuenta corriente tiende a desaparecer.
Y fue precisamente la aparición de estas restricciones la que ha gatillado el cambio observado en la estrategia del BCRA. Hasta fines de agosto, el BCRA había optado por enfrentar el marcado exceso de demanda de divisas convalidando un mayor ritmo de depreciación del peso, minimizando la pérdida de reservas y expandiendo la cantidad de dinero en la economía por la no renovación total de las Letras y Notas que iban venciendo a fin de no convalidar una suba en la tasa de interés. Y este corrimiento más rápido del tipo de cambio (18% anualizado durante agosto) gatilló una aceleración en la salida de capitales y en la demanda de divisas que puso contra las cuerdas al BCRA y generó el cambio en su estrategia.
En las últimas dos semanas la entidad optó por aumentar sus posturas a fin de frenar cualquier movimiento del dólar aún a costa de perder reservas, pasó a intervenir fuertemente en el mercado de futuros al tiempo que prácticamente dejó de expandir convalidando para ello una suba en la tasa de interés (la tasa de Lebac a 1 año pasó de 12,4% en agosto a 13,2%). Tasas de interés que en rigor los bancos ya habían empezado a subir frente al estancamiento en los depósitos a plazo observado en junio y julio, aunque siguen siendo fuertemente negativas.
Sin embargo, la estrategia de entregar reservas y sostener la paridad cambiaria, que es válida desde la política para un horizonte corto electoral, no se sostiene por cuatro años más, si se pretende además seguir haciendo uso del BCRA para financiar los vencimientos de la deuda. Y es esta inconsistencia temporal la que explica la demanda de divisas. Ahora bien, más allá de los discursos de campaña que apuntan a la profundización del modelo, creemos que con un horizonte de cuatro años por delante el Gobierno que llega con el 50% de los votos debería apuntar a hacer uso de los instrumentos de política el primer año a fin de moderar la nominalidad de la economía, normalizar la tasa de interés y no seguir acumulando distorsiones que en un contexto donde el sendero de las reservas a la baja generaría en algún momento una mayor corrección cambiaria. En definitiva el valor del dólar va a depender de si el objetivo de llevar la nominalidad de la economía del treinta y pico al 18/20% se logra o no, algo que se develará con los resultados implícitos en la negociación del salario docente en febrero de 2012 y el aumento en las jubilaciones que anuncie el gobierno a partir de marzo. Lo que sí sabemos es que la combinación de un dólar moviéndose 8/9% y salarios al 29/30% que vimos en el último año no va a volver a ocurrir.
*Directora y Analista de Estudio Bein & Asociados
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