¿Se enfría el Gigante Asiático o cuento chino?

La noticia acerca la desaceleración del crecimiento de China agregó tensión en los mercados, que venían reaccionando positivamente frente a los anuncios de una semana atrás que retoman la voluntad política de avanzar hacia un esquema de capitalización de los bancos y contener el riesgo sistémico en Europa.
Pero más allá del anuncio frío que sostiene la desaceleración, el análisis de los números muestra una situación mucho menos complicada. Para empezar el publicitado freno  significó pasar de un crecimiento del 9,5% del PIB en el segundo trimestre a uno del 9,1% en el tercero, consistente con un ritmo de crecimiento desestacionalizado del 2,3% trimestral. Pero además, la desaceleración obedeció fundamentalmente al freno en las exportaciones netas, mientras la demanda doméstica siguió creciendo a tasas altas. En particular la inversión -que asciende al 47% del PIB- subió nada menos que un 24,9% anual, ligeramente por debajo del ritmo de expansión promedio del año (25,3% anual). Sus exportaciones acumulan una retracción del 3,5% desde el techo de julio, dinámica consistente con un superávit de balanza comercial (i.e. exportaciones menos importaciones) acumulado en el año de US$118.500 millones, apenas 2,4% por debajo del registrado un año atrás.
Cabe recordar, que al igual que la mayor parte de las economías emergentes, la política monetaria en China venía intentando moderar su ritmo de crecimiento, en consonancia con intentar llevar la inflación del 6,1% al target de 4%. Para esto llevó la tasa de interés de referencia de 5,3% a 6,5% en apenas 10 meses, y dejó de hacerlo, cuando el giro en el signo de la cuenta capital mutó de la periferia al centro. En este contexto, el “aterrizaje suave” de la economía china es bienvenido por lo hacedores de política.
De todas formas, vale la pena volver a poner en contexto a una economía como la de China con más de 1.300 millones de personas, de las cuales anualmente más de 20 millones pasan del campo a la ciudad. Un crecimiento más bajo, determina en todo caso un menor aumento en la demanda de alimentos, pero en ningún caso una caída ni un freno. Esto no es un dato menor a la hora de evaluar la tendencia del precio de la soja, cuya volatilidad en las últimas semanas no estuvo sólo asociada al ruido sistémico en torno al Euro, sino también a datos de stocks mayores a los esperados.
Tendencia de largo plazo que, como venimos mencionando, no está exenta de episodios de tensión financiera, en un mundo donde los mercados financieros todavía no se han bajado de la montaña rusa.
*Directora y Economista de Estudio Bein & Asociados.