Con un superávit de dólares en la cuenta corriente que se achica pero se sostiene y más de US$50.000 millones de reservas en el BCRA, el escenario macroeconómico está definido hasta las elecciones. Así, mientras la política fiscal y la de ingresos apuntan a maximizar el crecimiento de la economía, la estabilidad cambiaria sostiene la demanda de pesos y evita que se espiralice la tasa de inflación en un contexto donde la demanda crece más rápido que la oferta local. Nuestras proyecciones de crecimiento dejaron de ser las más altas del mercado y apuntan a un aumento del PIB de 8,2% este año y de 5,2% el próximo. El tipo de cambio se ubicaría en $/US$4,2 a las elecciones, la inflación finalizaría 2010 en torno a 22% elevándose a 24% el próximo año, y las tasas de interés pasivas se mantendrían en terreno negativo. Ahora bien, la contrapartida de este proceso es un achicamiento de los márgenes unitarios en un gran número de sectores que no tienen capacidad para trasladar a precios el aumento de sus costos. Costos que suben de la mano de salarios que aumentan en dólares a un ritmo mayor al 20% anual y que sin ancla de la política tienden a acelerarse en el margen a partir de paritarias que fijan aumentos crecientes. A su vez, si bien en promedio el aumento en la demanda derivado de este esquema de política compensa el achique de los márgenes unitarios, hay algunos sectores que empiezan a verse afectados. Sectores que recibieron una señal errada de precios relativos con el superdólar en los años que siguieron a la salida de la Convertibilidad y que hoy enfrentan problemas. Dicho de otro modo, aún cuando en términos macroeconómicos la economía todavía tiene colchón cambiario: base diciembre de 2001=1, el tipo de cambio real bilateral con USA asciende a 1,35 y el multilateral -elaborado a partir de una canasta de monedas que además incluye el real y el euro- asciende a casi 2; en términos microeconómicos, hay sectores en los que el peso deja de ser competitivo frente a países como China en los que la producitividad triplica a los salarios. En este contexto, el crecimiento de la industria en los próximos 18 meses va a estar más asociado a la mayor utilización de la capacidad instalada hoy, y a ciertas inversiones: o bien apalancadas con créditos subsidiados, o bien en sectores donde las señales de precios internacionales están. Por el contrario en aquellos sectores más dependientes de la demanda interna y con más dificultades para financiar procesos de expansión, la reacción de la oferta frente a una demanda que tira va a estar financiada en mayor medida por importaciones que por un aumento en la producción local, con su consecuente impacto sobre las cuentas externas. El achicamiento de los márgenes y la dificultad para proyectar más allá del 2011, dado que con menos colchones y con un horizonte más largo luego de las elecciones las opciones de política –crédito o tipo de cambio- se bifurcan, influye en estas decisiones. *Director de Estudio Bein & Asociados |