- Impactante giro al progresismo:
- Normalización Financiera
- Repentinamente la pobreza se volvió “escandalosa”
- Pobreza, cifras y evolución reciente
- Sin datos fiables desde 2007
- Transferencias a Familias o Empresas
- Programas Universales vs. Programas Focalizados
- El Mundo. Mercado Inmbiliario: ¿Piso?
Desde mediados de julio, la economía argentina presenta un escenario de acelerada normalización financiera, que paradójicamente se da en un contexto donde la pelea por los medios, la puja distributiva y la presión de los distintos sectores por una mayor participación en el presupuesto público se acrecienta. Un mundo en donde, más allá de las correcciones típicas de un mercado que se anticipó a la recuperación mundial, los capitales vuelven a los países emergentes y el Gobierno local retoma alguna iniciativa (o al menos no desmiente a su ministro) en relación a la recuperación del crédito. Ambos son factores que, junto a la fuerte estructuralidad que sigue mostrando el sector externo y a la reducida carga de vencimientos de la deuda pública (una vez neteada de acreencias intra sector público), avalan este proceso.
En el plano local, las tasas de devaluación implícitas en los futuros del peso en NY se derritieron y convergieron a la tasa de interés pasiva, que sigue sin reaccionar ante una demanda de crédito estancada. El final de la corrida cambiaria preelectoral avaló el retorno de los depósitos en pesos a los bancos ($1.400 millones en agosto), luego de crecer en promedio sólo $100 millones por mes desde enero. A su vez, y aún antes de computar en las Reservas el aumento en la cuota del FMI, estas ya habían recuperado más de un 40% de la caída generada por el pago del Boden 12, en parte como contrapartida del aumento de la liquidez en dólares del sistema financiero.
En medio de esta coyuntura no lineal, en donde la capacidad de gestión del Gobierno en el Congreso está directamente relacionada con las crecientes necesidades fiscales de la provincias, apareció repentinamente en la agenda oficial y de la oposición la preocupación por los “niveles escandalosos” de pobreza que presenta el país. Lo tragicómico de esta situación es que, en un país sin cifras confiables, no hay parámetros para la discusión. Los números del Gobierno plantean que la pobreza medida por ingresos afecta sólo al 15% de la población (y propone cambios en su medición), mientras que, en el quien da más del sector privado y la Iglesia, los niveles llegan a alcanzar el 40%. Sin los microdatos de la EPH es difícil replicar el número, y si bien es evidente que la pobreza no cayó desde el 26,9% a fines de 2006 (último dato disponible antes de la intervención del INDEC), tampoco subió significativamente desde entonces. En particular, desde principios de 2007 hasta el cuarto trimestre de 2008, el empleo creció muy poco, aunque la economía no destruyó puestos de trabajo, en tanto la aceleración de la inflación se dio de la mano de una recuperación en los salarios, incluso en el sector informal. La destrucción de empleo (amortiguada por los subsidios al empleo formal –REPRO- y por el salto en la obra pública preelectoral) se concentró en el cuarto trimestre de 2008 y los primeros meses de 2009.
Ahora bien, es evidente que una tasa de pobreza por ingresos en torno al 30% de la población sigue siendo muy elevada, incluso en la comparación con 1998, cuando la tasa de desempleo era 5 p.p. más alta. Las trayectorias tampoco resultan favorables al “modelo productivo” cuando se las compara contra países como Chile o Brasil, donde la estabilización de la inflación y el accionar de las políticas sociales contribuyeron a reducir esta estadística en la comparación con los 90´s. En efecto, el modelo basado en salarios bajos (tipo de cambio alto) y rápida reducción del desempleo, se topó con un límite en la medida en que la economía avanzaba al pleno empleo. La posibilidad inédita en 70 años para Argentina que brinda la coyuntura actual de llegar antes al pleno empleo que al déficit del sector externo, es lo que obliga a pensar estrategias de crecimiento de largo plazo no basadas exclusivamente en la ventaja cambiaria. De todos modos, en el ínterin, una política social que ayude a incorporar a los sectores sociales desprotegidos resulta imprescindible. Si bien el aumento del Gasto primario del Gobierno Nacional de más de 7 p.p. del PIB estuvo en más de un 65% centrado en transferencias, la forma que estas tomaron no maximizaron el objetivo prioritario. Los subsidios y los gastos sociales no contributivos (incluyendo a 1,8 millones de nuevos jubilados) alcanzan a 5% del PIB. Pero de este monto, sólo 0,8% del PIB está conformado por los planes sociales. Los subsidios a las empresas para mantener congeladas las tarifas más que triplican este monto, y la universalización de la seguridad social lo multiplica por una vez y media. El desafío de la reasignación del gasto social para una mayor focalización y eficacia requiere, como tantos otros temas, una discusión conceptual profunda, que podría realizarse con el tratamiento del Presupuesto 2010. ¿Alguien apuesta a que algo de esto sucederá?