Sin puntos medios? ¿estratega o irresponsable? Así titulamos un capítulo de nuestro último informe mensual, en el que afirmábamos: “El Gobierno sigue decidido a conseguir la reelección y dispuesto a hacer lo que haga falta, aun si esto implica asumir riesgos que, si salen mal, pueden derivar en una nueva crisis financiera que complicaría el arranque de la próxima gestión”.
Puntualmente, afirmábamos que “con un mercado que reacciona en forma binaria, la concentración de vencimientos de la deuda hasta octubre resulta manejable si el Gobierno es reelegido y, a contramano, es difícil de imaginar si ocurre lo contrario y el riesgo país escala”.
Lo que nunca imaginamos es que con la exacerbación de la polarización buscada por el Gobierno la elección podía definirse en las PASO.
La contundencia del resultado en el que la fórmula de Frente de Todos sacó 15 puntos por encima de la de Juntos por el Cambio y se ubicó cómodamente por encima del 45%, que le permitiría ganar la elección en primera vuelta, generó una situación de anomalía inédita en la política, que convirtió en un huracán antes de tiempo el círculo vicioso entre la dinámica financiera, su impacto sobre la economía real y, en consecuencia, sobre la política que había arrancado con la crisis de balance de pagos que enfrentó la Argentina en abril de 2018, en una economía sobreexpandida y endeudada.
Crisis que el programa con el Fondo Monetario Internacional (FMI) intentaba contener mediante un esquema extremadamente rígido.
El derrumbe
Esta vez, el desarme de posiciones sobre la Argentina derivó en un desplome a la mitad de los precios en dólares de las acciones bursátiles, en una escalada del riesgo país a la zona de 1700 puntos básicos y en un salto discreto del dólar que el BCRA correctamente convalidó para no financiar la fuga, y que intenta contener apelando a la regulación impuesta a los bancos y, en parte, a las reservas.
Por ahora vendió solo 500 millones de dólares de los 21.000 millones de libre disponibilidad que mantiene, y el dólar mayorista cerró a $54,80, después de haber superado los $62 el miércoles pasado. Esto es, 12 pesos por encima del valor del viernes anterior a las elecciones primarias.
Esta dinámica dejó a la economía sin precios, en un contexto en el que la norma de las empresas es no descapitalizarse, aunque esto implique no vender hasta que aclare, y donde empiezan a aparecer listas de precios con subas de entre 10% y 20 por ciento.
Situación que no solo rompe la idea de hace apenas un mes de que el piso de la recesión y el techo de la inflación ya habían sido alcanzados, sino que dificulta construir un nuevo escenario mientras no se vislumbre dónde se estabiliza la actual dinámica cambiaria.
Se requieren definiciones de política económica inmediatas que apunten a estabilizar las variables, en un contexto en el que el programa financiero, fiscal y monetario acordado con el FMI chocó.
Pero la definición de un nuevo programa debe ser negociada entre un presidente en funciones, muy debilitado, y el candidato virtualmente electo en las PASO, que forma parte de una coalición política particularmente “amplia”, que no puede sentarse a dar definiciones hasta que esté formalmente elegido. Sobre todo, cuando el programa va a tener que ser negociado con el FMI.
Populismo “del otro lado”
En el medio, un gobierno que en vez de reconocer el resultado de las urnas avisa que va a intentar recuperar el caudal político desde ahora hasta octubre para ganar en un ballottage en noviembre con una batería de políticas que combinan “populismo con sesgo ideológico del otro lado”.
Bajar el IVA a los productos de la canasta básica, congelar los precios de los combustibles por decreto y no frenar la caída en la alícuota de retenciones, que amplifica el impacto sobre los precios de la devaluación implícita en un esquema que quedó obsoleto con el salto cambiario, es ciertamente mala praxis.
A modo de ejemplo: el 10% implícito en el monto fijo de 4 pesos cuando el dólar valía $40 se redujo a 7,5% con el dólar de hoy.
Vale recordar que las retenciones, si bien no son un impuesto deseable para una economía que debe imperiosamente impulsar las exportaciones, funcionan en medio de un salto cambiario no controlado como amortiguador directo de la inflación y como mecanismo para el cierre de las cuentas fiscales.
Sobre todo, en un contexto en el que se bajan otros impuestos y se sube el gasto en transferencias y subsidios para moderar parcialmente la caída de los salarios. Son muchos meses para atravesar una situación económica y financiera particularmente frágil. Y un programa con el FMI que, como sostuvimos antes, ya no está.
En 2015, la imagen fue la negativa de la expresidenta de pasarle el bando al presidente electo. En 2019, la decisión de redoblar la apuesta sostenida por el Gobierno después de una derrota como la del domingo pasado, en una economía con libre movilidad de capitales y un mercado bajándole el pulgar al país, está terminando por convertir en sistémica una dinámica que hasta ahora no lo era.
La moderación del discurso del candidato opositor ayuda, pero todavía falta mucho.
Volviendo a las opciones del título, “estratega” no era; todavía hay tiempo para no ser irresponsable.